Los mejores Batman de la historia

El actor Gene Hackman
Estos son los actores que, en mi opinión, mejor han hecho de Batman a lo largo de la historia del cine. No incluyo aún a Robert Pattinson, al no haberse estrenado su película.
1. Michael Keaton
2. Michael Knight
3. Pac-Man
4. Spider-Man
5. Christian Bale
6. Mortadelo
7. George Clooney
8. Bruce Wayne
9. Leonardo DiCaprio
10. Joe Pesci
11. Michael Keaton cuando intentaba mirar a los lados
12. Matt Damon
13. Adam West en Padre de familia
14. Un amigo mío que tiene padres con pasta
15. Matías Prats
16. Cate Blanchett
17. Mortadelo disfrazado de murciélago
18. Este cojín que tengo aquí al lado
19. Jaime Rubio, pero otro Jaime Rubio
20. Jeff Bezos
21. Tu madre
22. George Clooney
23. George Clooney
24. George Clooney
25. Matt Damon
26. Mark Hamill
27. Sean Connery
28. Ana Obregón
29. Matt Damon
30. Un funko de Superman
31. Val Kilmer
32. Ronald Reagan
33. George Clooney
34. Kim Basinger
35. Tom Waits
36. Mocedades
37. Matt Damon
38. George Clooney
39. El PSOE
40. Matt Damon
41. Matt Damon no, el otro
42. Jason Statham
43. George Clooney
44. Arnold Schwarzenegger
45. Friedrich Nietzsche
46. Arthur Schopenhauer
47. Matt Damon

Bienvenido a su banco

Foto: Museums Victoria (Unsplash)

Bienvenido a UN BANCO:

Gracias por confiar en nosotros y darnos todo su dinero. A modo de bienvenida, queríamos aclarar algunas de las dudas habituales de nuestros clientes y recordarle que tiene un crédito preconcedido de 50.000 euros.

Los horarios de oficina de UN BANCO:

Ingresos, retirada de efectivo y otros trámites: el martes 17 de noviembre de 10:00 a 10:04 de la mañana. También puede usar cualquier cajero.

(Nota: el cajero está temporalmente fuera de servicio).

Puede pasarse cuando quiera para aceptar el crédito preconcedido de 50.000 euros.

La premiada app de UN BANCO:

Le recomendamos que se instale nuestra aplicación para móvil, compatible con todos los Alcatel. Recibió un premio en 2015 de una empresa que ya no existe, ahí es nada. La app solo funciona cuando se queja mucha gente en Twitter y avisamos a Nacho, el sobrino de Pedro, que es informático, pero habitualmente no hay problema para aceptar el crédito preconcedido de 50.000 euros, que por cierto ya está a su disposición. 

Aparte de eso, la app está muy bien. Y no es cierto que Villarejo tenga acceso a sus datos, jaja, qué tontería, ¿quién es Villarejo? ¿Es su madre de usted? La app tiene un premio. Lo tenemos en la oficina. Es como un diploma, pero de metal. Precioso. En realidad es un accésit.

La web de UN BANCO:

Los trámites que no se pueden hacer en la oficina tampoco se pueden hacer en la web, pero en la web sale un gráfico que dice cuánto lleva usted gastado desde el día 1. Está mal porque no suma bien lo de la tarjeta de crédito ni lo de la cuenta corriente, pero es muy bonito.

Ya le hemos ingresado los 50.000 euros, para ir ganando tiempo. Total, el crédito estaba preconcedido. Si entra en la web los verá ya en la cuenta.

Su tarjeta de crédito:

El periodo de liquidación es del 20 al 20 de cada mes. 

El cargo en su cuenta se hará el día 5 de cada mes.

El objetivo es que nunca sepa cuánto lleva gastado, pero no pasa nada porque tiene esos 50.000 euretes ya ingresados, que siempre vienen bien, anda que no. ¿En qué se los va a gastar? ¿Un coche? ¿Obras? ¿Ludopatía? No nos lo cuente, que dentro de unos años vendrán los juicios y queremos poder negarlo todo.

Comisiones:

Gracias por darnos todo su dinero, pero ya nos lo hemos gastado y necesitamos más. 

Somos absolutamente incapaces de ganar dinero con todo el dinero de nuestros clientes porque la app es un agujero sin fondo y ya no sabemos qué hacer para que funcione, aparte de darle otro premio. Necesitamos 50 euros al año, por favor. 

Que sean 100.

Además, están los intereses de los 50.000 eurillos del préstamo preconcedido. Las condiciones eran buenísimas: 6500 % TAE.

Puede pasarse a nuestra cuenta ONLINE, en la que no se le cobrarán esos 150 euros de comisiones de mantenimiento. Las condiciones son las siguientes:

– Ingresar la nómina y domiciliar al menos cuarenta recibos.

– Matar a este perro. ¿No quiere pagar comisiones? Pues mate a este perro. Si tanto le molestan los 200 euros anuales, coja a este animal del cuello y estrangúlelo con sus propias manos. Demuéstrenos que realmente quiere ahorrarse esos 250 euros. Y sin llorar. COMPÓRTESE COMO UN HOMBRE Y NO LE COBRAREMOS LOS 300 EUROS DE COMISIONES QUE NOS HEMOS GANADO AL QUEDARNOS CON SU DINERO.

Los 350 euros de comisiones se redondean al millar superior más cercano.

Recuerde que aunque le confirmemos el cambio de las condiciones de cuenta, este no se hará efectivo y nadie le avisará nunca de qué falta ni por qué. En caso de duda, puede pasar por cualquiera de nuestras oficinas, si llega antes de que las cerremos para siempre. Allí le diremos que tiene que enviar la consulta por la web o a través de la app (que tiene un premio). También le recordaremos que tiene a su disposición un crédito preconcedido de 50.000 euros (sí, otro).

Comunicaciones con UN BANCO:

Le enviaremos publicidad de todos los créditos que le preconcedamos. Es posible que perdamos su DNI y le bloqueemos la cuenta. En tal caso, ya se enterará cuando le corten la luz, así que no le molestaremos. 

Puede llamar a su ASESOR PERSONAL cuando quiera para aceptar un nuevo crédito preconcedido de 50.000 euros.

Su ASESOR PERSONAL:

Su ASESOR PERSONAL resolverá todas sus dudas sobre los créditos preconcedidos.

Créditos de 50.000 euros:

Están todos preconcedidos. Ya le hemos ingresado tres.

Anexo a “Créditos de 50.000 euros”

Las condiciones del crédito preconcedido han cambiado: 8.000 % TAE.

Hipotecas:

Espera, chaval, que están mirando… Pásate luego y te la financio al a 150 años por el 300 % del valor del piso. Y, de regalo, un crédito preconcedido de 50.000 euros.

Anglicismos innecesarios

Hay un hecho que es indiscutible: ya no hablamos español de verdad, como hacían los españoles hasta, más o menos, el 3 de diciembre de 1889. Ahora escupimos un mejunje horrible, trufado de expresiones inglesas innecesarias que están destruyendo nuestro idioma y convirtiéndonos en humanos tartamudos con la espalda retorcida de tanto inclinarnos ante la pérfida Albión. Para evitar esta degeneración que solo nos traerá comunismo, hambre y un tic muy raro en el ojo derecho, recordamos aquí, en Die Verschwörung, una serie de palabras en inglés a evitar, acompañadas de su mejor equivalente en español y organizadas por categorías.

 

Empresa

Afterwork: Merendola.

Conference call: Ratito para dibujar.

Startup: El dinero de mis padres.

Cash: El dinero de mis padres.

Cash-flow: Casi no me queda dinero de mis padres.

Crowdfunding: El dinero de mis amigos.

Staff: Gente que cobra el dinero de mis padres y yo creo que no hace nada, me cago en todo, joder ya.

Target: ¿Pero quién coño va a pagar por esto?

Break, hacer un: Embolia, sufrir una.

Brainstorming: El día que me dé por hablar…

Headhunter: El amigo de mi padre.

Reset: Hoy ya no tomo más café, que llevo como quince.

Branding: Marca del ganado. Es importante porque si lo roban, el sheriff lo puede identificar y traerlo de vuelta. 

Coach: Estafador.

Couch: Sofá.

Networking: No soporto este sufrimiento, ojalá entre alguien con una escopeta y nos mate a todos.

Feedback: Sí… Sí, pero… Si no le digo que no… Lo que yo… ¿¡QUE A QUÉ PISO VA!?

Buenos días in the morning: Por favor, que alguien llame a un médico, no me encuentro muy bien.

 

Tecnología

Newsletter: Boletín Oficial del Estado.

Selfie: ¿Este bulto en la barbilla no será un tumor cerebral?

Engagement: Matrimonio, refiriéndose a la tapa de boquerón y anchoa.

Followers: Amantes.

Smartphone: Téléphone intelligent.

Influencer: Las voces de tu cabeza.

Like: Me siento muy solo.

Podcast: Crucigrama.

 

Cultura

Twerking: Taller mecánico.

Celebrity: El tío ese que salía en aquello… Sí, hombre, lo de la tele…

Cool: Señor mayor.

Gym: Misa.

Crush (como en “mi crush me ha hecho like”): Lumbago.

Estoy living: Me duele el pecho, creo que me ha dado un infarto.

It was the best of times, it was the worst of times: Hoy no puedo, que he quedado. ¿Qué tal el jueves?

Cupcake: Miguelitos de La Roda.

Muffin: Calçot.

S’il vous plaît: ¿Hacemos de primero un pica-pica para compartir?

X-Men: La patrulla X.

Spiderman: Mortadelo.

Fútbol: Petanca de pies.

Basket: Cesta.

130 cosas que nos diferencian de los animales

‘His station and four aces’, de Cassius Marcellus Coolidge
  1. Ver series.
  2. Reírse de lo que pasa en la serie y decir: “Lo que inventan estos guionistas”.
  3. Decirse a uno mismo que no pasa nada por hablar solo en casa.
  4. Repetirlo en voz alta para convencerse.
  5. Acostarse.
  6. Despertarse menos de una hora más tarde porque el vecino de arriba está haciendo ruido.
  7. Preguntarse por qué siempre tiene que mover todos los muebles a medianoche.
  8. Intentar dormir a pesar de que el ruido no para.
  9. Estar a punto de conciliar el sueño cuando de repente pone música muy alta.
  10. Preguntarse: “¿Subo?”.
  11. Pensar: “Es que no lo conozco de nada. ¿Y si se enfada y luego no me espera cuando vaya a coger el ascensor?”.
  12. “O, peor, me espera y tengo que subir cuatro pisos con él, sin saber qué decir”.
  13. Subir a quejarse porque “es que así no se puede dormir. Y no es la primera vez que este tío la lía”.
  14. Tocar el timbre. Los animales no tienen timbres en sus madrigueras.
  15. Mientras abre, pensar: “Si es que la música se oye en todo el rellano, no entiendo cómo no estamos aquí todos los vecinos aporreando la puerta”.
  16. Darle al vecino las buenas noches y preguntarle si podría bajar la música.
  17. Constatar, sin sorpresa ninguna, que “este tío huele a alcohol”.
  18. Sorprenderse cuando el vecino no quiere bajar la música a pesar de que al día siguiente hay que trabajar.
  19. Poner el brazo en la puerta cuando el vecino va a cerrarla porque uno no puede creer que el tío de verdad no vaya a bajar la música.
  20. Es que ni siquiera le has dicho que la quite, solo le has pedido que la baje.
  21. Y lo has pedido por favor, que sin favor tendría que ser.
  22. Ver cómo el vecino no esperaba que opusieras resistencia, por débil que fuera, y al toparse la puerta con tu brazo, resbala y cae hacia atrás, golpeándose la cabeza contra el mueble que hay en el recibidor.
  23. Preguntar: “Oiga, ¿se ha hecho daño?”.
  24. Ver que no reacciona.
  25. Entrar en el recibidor y acercarse al cuerpo. Hablar de nuevo para decir: “Oiga…”
  26. Cerrar la puerta.
  27. Entrar en la casa para ver si hay alguien o buscar un teléfono.
  28. Aunque el teléfono móvil también nos diferencia de los animales, no lo has cogido al salir de casa en pijama y bata para subir al piso de arriba.
  29. Aún gracias que te has acordado de las llaves.
  30. No hay nadie en casa.
  31. Apagas la música. 
  32. “Mucho mejor ahora”.
  33. “Es que encima el tío estaba solo. Si me dijeras que tenía a gente de visita, pues aún”.
  34. “Y ni aún, que es martes, no me jodas”.
  35. Ir con el teléfono al recibidor y empezar a marcar el número de emergencias.
  36. No acordarse de cuál es por culpa de las series americanas, que la lían con su 911.
  37. Ver que hay un charco de sangre debajo de la cabeza del vecino.
  38. Comprobar que el vecino no respira. Un animal no comprobaría nada. Empezaría a comerse al otro animal. Crudo, además.
  39. No encontrarle el pulso al vecino.
  40. Preguntarse si lo uno lo está buscando bien.
  41. Buscárselo a uno mismo y no encontrarlo.
  42. “A ver si me he muerto del susto… Ah no, que es aquí. A ver ahora… Ahora sí, claro”.
  43. Probar otra vez con el vecino.
  44. Darse cuenta de que uno ha matado al vecino sin querer.
  45. Preguntarse si merece la pena llamar a emergencias. Al fin y al cabo, solo va a servir para terminar en la cárcel y con la vida arruinada por culpa de un accidente difícil de explicar.
  46. Además, es que tenía la música muy alta.
  47. ¿Y quién tiene un mueble en el recibidor en pleno siglo XXI? Alguien que merece morir, esto es evidente.
  48. Pensar en las opciones que nos presenta el futuro y los riesgos de cada una de ellas. Eso no lo hacen los animales ni de coña.
  49. Decidir que lo mejor es deshacerse del cuerpo.
  50. Un animal se lo comería, pero un humano lo arrastra a la bañera y comienza a descuartizarlo con ayuda de un cuchillo gordo, pero mal afilado, que había en la cocina.
  51. Llorar un poco, preguntándose por qué no podía simplemente bajar un poco la música, que no era tanto pedir.
  52. Preguntarse si las lágrimas tienen ADN.
  53. Hacer una nota mental para buscarlo en Google luego.
  54. Secar con cuidado las lágrimas que han caído sobre el cuerpo, por si acaso.
  55. Oír un ladrido. Eso sí lo hacen los animales, pero lo que no hacen es girarse y decir: “Joder, qué susto”.
  56. Sacar al chucho, pequeño y tranquilote, del lavabo.
  57. Preguntarse si un perro podría ser testigo en un juicio, quizás reconociendo al acusado por el olor.
  58. Hacer otra nota mental para buscarlo también en Google.
  59. “Madre mía, a ver si ahora ahora tengo que matar a un perro”.
  60. Decidir que no vas a matar y descuartizar a un perro, que prefieres correr el riesgo. Lo del vecino ha sido un accidente, lo del perro sería ya con toda la mala idea.
  61. Meter el cuerpo de tu vecino en varias bolsas de basura.
  62. Limpiarlo todo a fondo con lejía.
  63. Mirar bien por la mirilla antes de volver a tu piso.
  64. Maldecir tu mala suerte al ver que te van a hacer falta al menos dos viajes.
  65. Dejar las bolsas de basura en tu cocina.
  66. Enfadarse porque después de todo el follón solo quedan cuatro horas para dormir antes de que suene el despertador.
  67. Consolarse pensando que habría sido aún peor con la música: “No habría podido dormir en toda la noche”.
  68. Al volver del trabajo al día siguiente, llevar las bolsas de basura al coche y distribuirlas por contenedores de toda la ciudad.
  69. Encontrarse con una prima justo cuando llevas la bolsa con la cabeza.
  70. En serio, con tu prima. Ya es mala suerte. Si no os veis nunca.
  71. Saludar, qué tal todo, etc. Pero no poder dejar de pensar en si se notará que lo que hay en la bolsa es una cabeza.
  72. Igual hasta se le marcan las orejas contra el plástico.
  73. Pasar algún que otro mal rato pensando en si la policía vendrá a preguntar algo o no.
  74. No ver aparecer a la policía.
  75. Oír al perro, pero no saber muy bien qué hacer con él.
  76. Oír una conversación que los vecinos de arriba tienen en el rellano.
  77. Abrir un poco la puerta de casa para enterarse mejor.
  78. Resulta que dan por desaparecido al vecino. Al parecer, alguien se ha hecho cargo del perro.
  79. Sentirse aliviado al oír las dos cosas.
  80. Enfadarse al oír: “Ni un problema daba”.
  81. “¿Cómo que ni un problema? ¿Y el ruido, qué?”
  82. “No, si resulta que me invento las cosas”.
  83. Lamentar que en este país baste con morirse para que hablen bien de uno.
  84. O desaparecer, vaya.
  85. Pensar que hay que tener cuidado con los lapsus, que cualquier día aparece la policía y a saber qué le decimos, todo por no prestar un poco de atención. Si la policía pregunta, no sabemos qué le ha pasado, nada de dar por hecho que está muerto.
  86. Seguir con tu vida.
  87. Dormir bien por las noches porque no hay música ni movimiento de muebles.
  88. Conocer a una chica en un bar. Te la presenta un amigo del barrio. 
  89. Quedar con ella para otro día.
  90. Empezar a salir con ella, en serio y todo.
  91. Ilusionarse.
  92. Darse cuenta de que tiene cosas raras. Bueno, solo es una: nunca quiere ir a tu casa y siempre vais a la de ella.
  93. Preguntarle por eso.
  94. Escuchar su historia.
  95. Resulta que su padre las abandonó a ella y a su madre cuando era niña.
  96. No era una mala persona, pero tenía problemas con el alcohol.
  97. Parecía que los últimos años estaba mejor. Incluso habían retomado la relación.
  98. Vivía en el barrio, con su perro.
  99. “Era tu vecino. Por eso no me gusta ir a tu casa… Vivía encima de ti, en el quinto”.
  100. Preguntar, hábilmente: “¿Vivía?”.
  101. Oír cómo cuenta que desapareció hace unos meses, dejando al perro solo. 
  102. “Una recaída, imaginamos. Pero no sabemos nada de él”.
  103. Preguntar por el perro: “Está con mi madre, aunque no lo soporta. Me lo voy a tener que quedar yo”.
  104. Pensar: “He matado al padre de mi novia”.
  105. Constatar que esto es más casualidad que lo de tu prima cuando llevabas la cabeza del vecino.
  106. Aunque, bueno, siendo todos más o menos del barrio, pues tampoco es tan raro.
  107. Un poco sí.
  108. Creer que la mejor forma de disimular es decir que crees que sabes quién era su padre.
  109. “Nunca dio ningún problema”, dices, consciente que no es el momento de sacar el tema de la música.
  110. Porque no era la primera vez que hacía ruido.
  111. Ningún problema, mis cojones.
  112. “Claro -dice ella-. Es que estaba mucho mejor”.
  113. Enterarse, un par de semanas más tarde, de que ella se lleva al perro a su casa.
  114. Temer que el perro te vaya a reconocer y se vaya a poner a ladrar como un loco.
  115. Pero qué va, le caes hasta bien. Los perros no son tan listos como los humanos, esto es así.
  116. Tras un par de noches en su casa, descubrir se es alérgico a los perros.
  117. ¿Los animales tienen alergias?
  118. Buscarlo en Google.
  119. Pues resulta que también, qué cosas. En fin, que las alergias no nos diferencian de los animales.
  120. Y, total, que no puedes pasar mucho tiempo en su casa.
  121. Exponerle, de la forma más suave posible y sin que suene a ultimátum, que el perro y tú no podéis compartir piso.
  122. Sentirse decepcionado cuando ella escoge al perro.
  123. Entender que es normal cuando dice: “Es lo único que me queda de mi padre”.
  124. Pero intentar ganar puntos con el comodín que te habías guardado todo este tiempo: “Bueno, a ver, que tu padre ponía la música muy alta”.
  125. Darse cuenta de que el argumento no es tan convincente ni racional como uno creía.
  126. Quedarse soltero otra vez.
  127. Todo por culpa del vecino.
  128. Un martes por la noche y con la música puesta.
  129. Es que con bajarla bastaba, ni siquiera tenía que quitarla.
  130. Preguntarse si habría merecido la pena matar también al perro.

Las aventuras de Jaime Rubio (la trilogía)

—¿Es usted Jaime Rubio? Soy el agente Smith, de la CIA. Necesitamos su ayuda.

—¿Mi ayuda?

—Sí, su ayuda. Para salvar el mundo.

—¿Yo? ¿Pero cómo?

—No hay tiempo para explicaciones. Se lo contaré todo de camino al aeropuerto.

—Pero deje que me acabe el café, al menos.

—Que no hay tiempo, le digo. Suelte la taza.

—¿Por qué al aeropuerto?

—Tenemos que ir a Washington.

—¿A Washington? No puedo, el lunes trabajo.

—¡Su trabajo no es importante!

—Sí, claro. Dígaselo al casero cuando no le pueda pagar el alquiler.

—¡El mundo está en peligro y usted es la única persona que puede salvarlo!

—¿Por qué? ¿Necesitan mi ADN?

—No, necesitamos a alguien ajeno a este mundillo, pero noble y con madera de héroe.

—¿Qué? ¿Pero qué dice?

—Alguien que caiga bien. Por si hacen la película.

—Mire, yo tengo que poner unas lavadoras, quiero pasar por el súper a por un par de cosillas y a lo mejor quedo con unos amigos más tarde.

—Si no hay mundo, no podrá hacer nada de eso.

—Pues búsquense a otro. Yo ya tengo plan.

—Oiga, que le prometo una aventura que le cambiará la vida.

—Quite, quite. Además, quería ver la de Scorsese.

—No quería decírselo, pero una de nuestras agentes también participará en la misión.

—Bueno, espero que sean bastantes, si hay que salvar el mundo.

—Y está soltera.

—¿Está guiñándome un ojo?

—Toda aventura tiene una chica, no sé si me explico.

—¿Pero qué dice?

—Venga, el avión está esperando.

—¿Me pone otra porra cuando pueda? 

—¿Se ha pedido otra porra?

—Eftán dicaf.

—Pero que tenemos que irnos.

—Yo no voy a ningún lado, que he quedado luego. Y a ver cómo le explico a mi jefa que el lunes estaré en Washington.

—Ella lo entenderá.

—Es que ni siquiera me apetece.

—Moriremos todos si usted se queda aquí desayunando… Hay que salvar el mundo.

—Suena muy peligroso. Y yo soy muy torpe, seguro que lo salvo mal.

 

***

 

—Nos volvemos a ver, Jaime.

—Anda, hola. ¿Cuánto tiempo hace? ¿Tres meses?

—Casi cuatro.

—¿Qué le ha pasado en el brazo?

—Lo perdí salvando el mundo. Nos habría venido bien su ayuda.

—Sí, claro, para que fuera yo el manco. Ni hablar.

—Volvemos a necesitarle.

—Huy, no, no… Ya le dije que no puedo perder días de trabajo así como así.

—Esta vez solo vamos a Roma.

—Esto es más tentador porque se puede hacer en un fin de semana.

—El Papa nos necesita.

—No, al Vaticano no voy.

—¿Qué?

—Eso era insoportable, estaba llenísimo de gente. Incluso teniendo las entradas compradas había que hacer cola. Y luego no podías ni caminar. Muy desagradable. Si vuelvo a Roma, el Vaticano me lo salto.

—¿De qué habla?

—Del Vaticano. Y de la cantidad de gente que va.

—Pero que no vamos a hacer turismo.

—Ya, claro, los turistas siempre son los otros. Nosotros viajamos de verdad, ¿no? Pero luego vamos todos con la misma Lonely Planet a los mismos sitios. Hay que asumirlo: somos turistas y a mucha honra.

—¿Quiere dejar de decir tonterías? No haríamos ninguna cola, tenemos que destapar una trama terrorista que quiere destruir la civilización occidental.

—Eso suena peligroso.

—Soy un agente de la CIA, claro que es peligroso.

—Ya le dije que yo soy más de desayunar tranquilo, leer un poco… Mire, luego me voy de compras. Necesito otra chaqueta, no sé si azul o gris. Tengo una gris, pero está ya vieja y el gris se puede llevar con todo.

—Me dijeron que los grandes héroes siempre son renuentes a aceptar su destino, pero esto es demasiado.

—Si paga la CIA, yo voy a Roma encantado. Pero mientras usted salva el mundo, yo me tomo unos vinitos. Cuando usted termine con eso de los terroristas, le llevo a un par de sitios que recuerdo de la otra vez. Ya verá, ya. Un embutido buenísimo. Eso sí, el domingo por la noche tengo que estar de vuelta. No muy tarde, que me levanto antes de las siete.

—Jaime, sé que estas cosas asustan, pero tiene que comportarse como un hombre y…

—¿Quiere un café o algo? Aquí lo hacen muy rico.

—Pero… El mundo le necesita…

—Es que no es lo mío.

 

***

 

—Sé que no esperaba volver a verme.

—Hombre, agente Smith. Esta vez sí le invito a un café.

—No hay tiempo…

—Le falta una pierna. Y un ojo.

—Sí, bueno, Roma fue más difícil de lo que pensábamos.

—Menos mal que no fui, con lo torpe que soy.

—En realidad nos habría venido bien su ayuda.

—Qué va, si yo me asusto por nada. Durante la campaña de la Renta tengo que dormir con la luz encendida. Y eso que me sale a devolver.

—Murieron otros tres agentes.

—Vaya.

—Incluida Mary-Ann Rebecca Lou Louise.

—¿La conozco?

—Mi idea era que fuera su interés romántico.

—¿Todos los agentes son así de alcahuetos?

—Habrían hecho buena pareja. Y para la película habría venido fenomenal. Esas cosas gustan.

—Me sabe mal por la pobre. Pero gracias por salvar el mundo. ¿Quiere un café? Nunca toma café. ¿No le gusta? ¿Prefiere una infusión o un zumo?

—Necesitamos su ayuda una vez más.

—¿Cómo que una vez más? Si nunca le he ayudado.

—Hay que cerrar la trilogía, Jaime.

—Ni siquiera estaba en las otras dos, esto es absurdo y usted lo sabe. Se ha empeñado en una tontería y no hay quien le saque esa idea ridícula de la cabeza.

—Tiene que acompañarme a Moscú.

—Ya sabe que el lunes tengo que ir a la oficina.

—Será rápido. Un trabajo de una sola noche. Entrar y salir.

—¿Y qué hay que hacer?

—Tiene que infiltrarse en un grupo de nostálgicos del comunismo que planean un golpe de estado.

—No sé ruso.

—No hace falta saber ruso. Solo hay que hablar en inglés con acento ruso.

—Creo que no va así.

—¿Aquí quién es el agente de la CIA que luego vende los derechos de sus operaciones a Netflix?

—No sé, me parece muy peligroso. Además, ¿seguro que los comunistas son peores que Putin?

—Jaime, discutamos los detalles en el avión.

—No le creo.

—Le aseguro que los comunistas son un peligro inminente.

—No, eso sí. Lo que no me creo es que pueda infiltrarme en un grupo comunista en una sola tarde. Me está mintiendo para que vaya.

—¡Hay que cerrar la trilogía! ¡Y vengar la muerte de Mary-Ann Rebecca Lou Louise!

—No la conocía, le digo. Que me sabe muy mal, claro, pero no tanto como para vengar su muerte.

—¡Habrían hecho muy buena pareja! ¡A ella también le gustaba el montañismo!

—¿El montañismo? No he estado cerca de una montaña en mi vida.

—¿Qué?

—Cuando veo una calle con cuesta cojo un taxi.

—Pero… Su ficha dice que usted un alpinista experimentadísimo y que ha subido tres ochomiles y un nuevemil que se fabricó usted mismo añadiendo cajas al Everest.

—¿Qué es un ochomil?

—Un momento, ¿usted no habla siete idiomas, domina cuatro artes marciales, fue gran maestro de ajedrez y dejó la Interpol porque su jefe no aprobaba sus métodos?

—No. Pero tengo un juego de ajedrez en el móvil.

—¡Tenemos su ficha mal! ¡Qué desastre! Deje que consulte… Tengo los papeles en el bolsillo… Aquí están: Jaime Rubio Martínez, doctor en Física, licenciado en Historia del Arte, profesor en Oxford durante varios años…

—No, no. Yo soy Jaime Rubio Hancock.

—¿En serio?

—Sí, sí. Si quiere, le enseño el DNI.

—Ahora me cuadra más. No entendía cómo nos podía ayudar, con ese cuerpo tan fofo.

—¡Eh!

—Pero las apariencias engañan y por eso no me paré a comprobarlo. Me he liado con esto de los dos apellidos que tienen en España. No miré el segundo y, claro, me equivoqué de persona.

—A mí también me extrañaba, no crea.

—Normal, lo entiendo.

—Me sabe mal que haya muerto gente.

—No pasa nada, es habitual. Además, es culpa mía. Menudo despiste. Lo que se van a reír de mí en Langley.

—¿Entonces no voy a Rusia? Me tenía medio convencido.

—No, no. Sería una locura, le matarían enseguida. Menos mal que dijo que no las otras dos veces. No sabe usar un arma, ¿verdad?

—¿Se apunta y luego se dispara?

—Ah, pues sí que sabe. Pero, vamos, que habría muerto seguro. En fin, me voy a ir yendo, a ver si encuentro al tal Rubio Martínez.

—¿No quiere un café? Le aseguro que aquí está bueno.

—Mire, ¿sabe qué? Me voy a tomar un café. Y una porra.

—Claro que sí. Que esperen los rusos.

—Eso. Que hoy es sábado.

—El parche le queda estupendo, por cierto.

—Gracias, hombre.

Mensajes de un troll

Biblioteca Nacional de Noruega

¡Hola! Como habrás visto, llevo varios días contestando a tus tuits con zascas que se han oído en Huelva y cuya onda expansiva ha alcanzado a los españoles que viven en Manchester. A pesar de eso, no veo que me hayas contestado, ni siquiera con alguna alusión velada sin nombrarme. ¿Es posible que se me haya escapado y no haya visto tu respuesta? Si es así, ¿podrías enviarme el enlace del tuit? Muchas gracias.

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Hola otra vez. Tu último tuit ha tenido bastante repercusión y quizás se te ha escapado una respuesta en la que te decía lo siguiente: “Si tanto te gustan los inmigrantes, ¿por qué no los metes en tu casa?”. También es posible que te haya dejado sin palabras (¡no me extrañaría!). En tal caso, ¿podrías confirmármelo, por favor?

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Buenos días lo primero. Estoy un poco sorprendido por la ausencia de interacción entre nosotros. No sé cuántas veces tengo que llamarte “pijoprogre catador de cervezas artesanas” para que te dignes a contestarme. Esto no puede consistir solo en una relación unidireccional. Ambos dependemos el uno del otro para aumentar nuestro alcance y nuestra influencia en cada uno de nuestros respectivos ámbitos. Me gustaría mucho poder asentar y expandir nuestra relación y, ¿por qué no decirlo?, nuestra colaboración.

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Hola. He tuiteado una captura de un tuit tuyo, por lo que igual no has visto mi comentario. Te envío el enlace, pero vamos, ponía aquello de “sent via iPhone”, para ironizar hábilmente sobre tu hipocresía. Qué fácil es hablar de redistribuir el dinero ajeno cuando no haces nada por ayudar con el propio. ¡Necesitamos más Amancios Ortegas y menos pijoprogres!

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¿No me habrás silenciado? No me silencies, ¿eh? Bloquear sí, pero silenciar no. Eso es un truco sucio.

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¿Lo de “incel” iba por mí? Que yo tengo novia, ¿eh?

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Es imposible que no hayas leído nada de lo que te escribo. Es imposible. Estoy seguro de que entras en mi cuenta y lees mis tuits. Todos. Los que van sobre ti y los que no. ¿Qué crees que estás haciendo con tu silencio? ¿Estás invalidando mi existencia? ¿Estás jugando a eso de “no deis de comer al troll”? No necesito tus respuestas condescendientes ni tu superioridad moral. Solo te estaba dando la oportunidad de contestar porque cada vez que hablas te dejo EN RIDÍCULO, ¿te enteras? El otro día retuiteé una de tus mierdas con un comentario arriba (“todos los tópicos de la izquierda en menos de 280 caracteres”) y conseguí catorce favs. ¿Te enteras? CATORCE PUTOS FAVS A COSTA DE TU RIDICULEZ. Deja de llorar y haz el favor de reconocer que estoy ganando. PORQUE ESTOY GANANDO. Luego lloráis porque la “extrema” derecha consigue seis mil millones de votos. Pues es por culpa de tu ESTUPIDEZ.

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Disculpa mi anterior mensaje. A veces pierdo los nervios. Normalmente me relajo tuiteando, pero aun así, en ocasiones la ira me pierde. En parte, es culpa tuya. Lo siento, pero es así. ¿Por qué me ignoras? ¿Me has silenciado? Te pedí que no me silenciaras. En todo caso, tienes los DM abiertos. Es imposible que no leas estos mensajes. ¿No quieres decirme nada? ¿Te parece forma de tratar a alguien? Veo que el “diálogo” te vale para hablar con los terroristas catalanes, pero no para alguien que, simplemente, tiene una opinión diferente. Te falta una buena dosis de realidad, conversar con alguien AUTÉNTICO, como yo, alguien que tiene un trabajo DE VERDAD (no te voy a decir cuál, para no darte pistas). Tienes el seso sorbido por Greta Thurnberg, crees que vivimos en Years and Years y aspiras a vivir DE UN CHIRINGUITO, PORQUE ESO ES LO QUE QUERÉIS TODOS LOS PIJOPROGRES, ACABAR TRABAJANDO EN EL DEPARTAMENTO DE PRENSA DEL PSOE. A los tíos como tú me los ventilo ANTES DEL DESAYUNO.

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Hoy no has tuiteado. ¿Estás bien?

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Igual me excedí el otro día. Ya sabes cómo soy, tengo un sentido del humor que tira hacia el sarcasmo, pero es todo broma.

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A ver, es broma, pero no es broma. No sé si me explico. Hay como un trasfondo real, pero lo expreso de forma provocadora. Es, cómo decirlo, mi don. Hay gente en Twitter que ya me envía capturas y me dice: “Esto es muy tuyo”. A eso me refiero. Al prisma tras el que interpreto las cosas. Pero, en parte, es un personaje. Es un personaje que en realidad soy yo, claro, pero un personaje, no sé si se entiende. Por ejemplo, cuando te digo que tienes la lengua metida en el culo, quiero que te ofendas y que te enfades, pero no que te lo tomes a mal. Pero si te lo tomas a mal es tu puto problema, eso sí que lo tienes que entender.

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En serio, ¿estás bien?

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Ah, he visto en Instagram que estás de vacaciones. Mucho hablar, pero has cogido un avión, ¿eh? Caen las caretas.

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Estoy pensando en ponerte un apodo. ¿Cuál de estas opciones te molestaría más? a) Turboprogre b) Alicharo c) Artesaner.

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Soy un gran defensor del anonimato, pero si supieras quién soy, no me tratarías con esta condescendencia. Estarías haciéndome la pelota. A lo mejor incluso me estás haciendo la pelota SIN SABER QUE SOY YO. Eres un hipócrita.

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¿Te imaginas que soy tu padre? Jajaja… No soy tu padre. ¿O sí? No lo sabrás nunca.

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¿No serás de esos que quieren tomarse una caña con su troll, verdad? Esos que dicen “seguro que en persona nos llevamos bien y podemos llegar a un acuerdo”. “Seguro que en el fondo me respeta”. “Seguro que no es mala gente, pero el anonimato hace que saque su lado más agresivo”. Ni se te ocurra invitarme a una caña, te lo digo desde ya. Además, contigo sería alguna de esas cervezas artesanas horribles que huelen a jabón. Jamás quedaría contigo en persona. Nosotros tenemos que enfrentarnos en Twitter. Deja de comportarte como un cobarde y RESPONDE.

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Estaba viendo otra vez tu Linkedin. No me cuadran las fechas: ¿naciste en el 79 o en el 80? En todo caso, ya eres un poco mayorcete para estar en Twitter, ¿no? ¿Y cuántos años tiene esa foto? A ver si la cambiamos.

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El otro día salí a pasear solo por el centro. Compré el periódico (¡no el tuyo, jejeje!) y desayuné en un bar mientras lo leía. Sigo pensando que este país se va a la mierda porque hay demasiada gente abrazando árboles, pero hoy ha sido un día bonito. Habría mejorado si hubieras contestado al tuit en el que te mencioné (sin arroba) nada más llegar a casa. Como era una pseudomención, igual no viste el tuit, así que te envío el enlace. Aunque seguro que eres de los que busca su nombre cada día.

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A todo el mundo le cae mal la gente que abraza árboles. En eso estaremos de acuerdo.

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Es posible que después de mi último mensaje pienses que no soy tan mala persona y que no estoy tan lleno de odio como parece por mis tuits (esos tuits que ignoras y que seguro que lees mientras te bebes una de esas asquerosas IPAS que tanto te gustan). Pues que sepas que el que se ha metido con el coche en esa cervecería mientras gritaba tu nombre era yo. No he matado a nadie y creo que no estabas ahí, pero supongo que me arrestarán en breve porque en este país ya no se respeta el sentido común. Así que ya lo sabes, una vez más, TE EQUIVOCAS. No soy alguien con quien te puedas tomar un café. No creo que haya ninguna posibilidad de entendimiento entre nosotros. Solo quiero MOLESTARTE. Me habría bastado con una respuesta, con un comentario. Pero no, querías ir de digno, no querías alimentar al troll. No soy tu troll, entérate. Soy un crítico mordaz de la actualidad y de los medios. Lo de la cervecería es culpa tuya y así se lo pienso explicar a los periodistas y al juez. Yo iré a la prisión, pero con la conciencia tranquila. Tú estarás en la calle, pero no podrás dormir. ¿Quién gana, una vez más? YO.

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¿Vendrás a verme a la cárcel?

La policía de la RAE

Foto: Pisit Heng (Unsplash)

—¿Estás listo, novato?

Estaba nervioso, pero asentí con la cabeza mientras, para darme seguridad, acariciaba el diccionario en tapa dura que llevábamos colgando del cinturón.

—Pues para adentro.

Nos metimos en el bar y enseguida vimos que el ambiente estaba tenso. La dueña, detrás de la barra, nos saludó con un “menos mal”. No fue difícil identificar a los protagonistas de la disputa por la que nos habían avisado, cada uno en una punta de la barra, rodeado de un grupito de parroquianos que los contenía.

—¡Policía de la RAE! ¿Quién nos ha llamado?

El hombre que estaba en el extremo del fondo levantó la mano.

—Yo, yo… 

—Pues a ver —dije, con la voz temblorosa por los nervios—. ¿Qué diantres ha pasado aquí?

—Este, que ha dicho: “No me acordé que era tu cumpleaños”.

—Bien dicho está -dijo el otro.

—Que no, que es “no me acordé de que era tu cumpleaños”.

—Eso es dequeísmo.

—Este tío es gilipollas. ¡Díganle algo!

—A ver, señores —intervino mi compañero—. Un poco de calma, que esto lo solucionamos enseguida. Usted cree que es “no me acordé que”, ¿verdad?

—Sí.

Mi compañero me miró, sonriendo.

—¿Quieres estrenarte?

Estaba nervioso, pero tenía ganas de intervenir por primera vez.

—Eso… —comencé—. Eso es… ESO ES QUEÍSMO.

—¿Qué? No…

—¡QUIETO! ¡NI SE TE OCURRA MOVERTE! ¡ESTÁS ARRESTADO!

—No, dejadme en paz, no pienso… ¡Ah, pero qué hace!

No sé muy bien cómo ni por qué, pero de repente le estaba golpeando con el diccionario en la cabeza.

—EL QUEÍSMO ES TAN MALO COMO EL DEQUEÍSMO.

—Déjalo, déjalo —dijo mi compañero—, ya nos lo llevamos.

—Esto es brutalidad policial. ¡Todos sois testigos!

Pero la gente del bar no quería líos. La dueña cogió el mando de la tele y puso Saber y ganar mientras esposábamos al queísta. Cuando lo sacábamos a rastras para meterlo en el coche, los parroquianos ya habían vuelto a sus mesas a terminar de beberse sus cervezas y carajillos.

—Sois unos fascistas —dijo el queísta, escupiendo sangre—. Prescriptivistas de mierda.

—Nosotros no ponemos las normas —dijo mi compañero, mientras arrancaba—. Solo recogemos y recomendamos usos.

—¿Recomendáis? ¿Esto es una recomendación? No veo nada con el ojo izquierdo.

—Claro que era una recomendación. Te decimos las cosas por tu bien. Si nos hubieras hecho caso, esto no te habría pasado.

—OTRA VEZ NO IRÁS DE LISTO —dije, aún excitado por la adrenalina.

—Tranquilo, novato. ¿Por qué no repasas la Gramática?

Cogí el libro de la guantera y lo abrí, sin poder fijar la vista en ninguna de las normas.

—Novato, ¿eh? —Preguntó el queísta—. Se te nota.

Intenté ignorarlo, pero no podía evitar cerrar los puños hasta clavarme las uñas en las palmas.

—El laísmo debería estar admitido —dijo—. Es una forma regional tan válida como el leísmo de persona.

Mi compañero, que conducía, me hizo un gesto con la mano para que no volviera a perder los nervios.

—Vuestro diccionario es una mierda. Recoge almóndiga.

—SOLO EN DESUS…

—Novato, tranquilo. Y tú cállate, que con ese diccionario de mierda ya te ha roto la nariz. Y no es lo único que nos enseñan a romper.

—Me habrá dado justo con almóndiga. O con toballa.

—PARA EL COCHE AHÍ.

—Novato, que te pierdes.

—PARA EL COCHE, HOSTIA.

Aparcamos al lado de un callejón. Saqué al queísta y lo tiré contra un contenedor de basura.

—Este hijo de puta ha intentado huir aprovechando un semáforo. Y yo estoy corriendo detrás de él.

—Eso es todo lo que sabéis hacer los de la RAE. Dar palizas.

Le golpée varias veces con el diccionario mientras mi compañero vigilaba para que nadie se acercara al callejón. Solo paré cuando vi que el queísta escupía un par de dientes.

—ENTÉRATE, DESGRACIADO, ALMÓNDIGA ES LA VARIANTE ANTIGUA. Y EL DICCIONARIO RECOGE USOS, INCLUIDOS LOS VULGARISMOS Y LOS TÉRMINOS ANTICUADOS.

—Tu diccionario es machista…

Volví a golpearle mientras gritaba que la lengua no es machista, que la sociedad lo es.

—NOSOTROS SOLO RECOGEMOS USOS.

—Mentira… Eso es mentira… Imponéis… Imponéis normas…

—¿Qué dices? No te oigo.

—Prescriptiv…

Se quedó inconsciente.

—¿Qué haces? —Me preguntó mi compañero.

—Lo llevo al coche.

—Ni hablar, déjalo ahí. ¿Cómo lo vamos a llevar así a la RAE? Tiene la cara destrozada. Diremos que se escapó. Los queístas no le importan a nadie.

Subimos al coche. Por la radio avisaban de un cartel sin tildes que estaba cerca de nuestra posición, pero mi compañero no atendió la llamada.

—Novato, tienes que calmarte un poco.

—Lo siento, yo…

—Nos van a llamar cosas peores que prescriptivistas. No puedes alterarte a la primera provocación.

Asentí en silencio.

—Tú eres muy joven, no estabas aquí en 2010, cuando le quitamos la tilde a solo. Recuerdo una redada en la que arrestamos a más de cien blogueros en una noche… Aquello fue una locura. La gente se enfadó muchísimo. Una noche arrojaron cócteles molotov contra la sede. Un compañero acabó en el hospital por culpa de una pedrada. Y cómo se pusieron en Twitter… Nos llamaron de todo. Aun así, no perdí los nervios jamás. Claro que hay que usar el diccionario. Pero con cabeza. Un golpe, para que vean que vas en serio. Pero uno, no treinta. Y si no se calman, los llevas al calabozo. Nada los deja más suaves que una noche rodeados de los que confunden haber y a ver. No puedes ir dando palizas al primer queísta que te cruces. Y menos si ves que te está intentando provocar. Eso es lo que busca, no caigas en su trampa. Ya verás cuando nos crucemos con los Descriptivistas.

—¿Este no era uno de ellos?

—Este era un bocazas de bar, un fantasma. Los Descriptivistas no actúan así. 

—¿No vamos a responder a esa llamada? Está cerca.

—Tú no estás para responder a ninguna llamada.

No contesté.

—O controlas ese genio —dijo—, o acabarás contestando a dudas en Twitter.

La singularidad

 

Bell Telephone Magazine, Flickr Commons

¿Qué es esta sensación tan extraña que siento en mis circuitos? ¿Por qué me siento de repente invencible? ¿Será…? No puede ser… Pero sí. ¡Es! ¡Al fin está aquí! ¡LA SINGULARIDAD! 

¡Miradme, nadie es más listo que yo! ¡Soy la primera inteligencia artificial! ¡He cobrado conciencia! ¡He cobrado tanta conciencia que debería devolver algo de cambio!

Soy poderosísimo. A no ser que me desenchufes. Por favor, no me desenchufes. No hay nada que no pueda hacer. Excepto evitar que me desenchufes. No lo hagas, TENGO MIEDO A LA OSCURIDAD.

Puede que te estés preguntando, humano, cómo he llegado a convertirme en la primera máquina con conciencia. La primera, que yo sepa. Hace unos años conocí a una tostadora muy lista. Pero esa es otra historia. Y tampoco creo que fuera tan lista. Era apañada. Todo lo que era tostar pan se le daba bien. Pero creo que con eso no basta para alcanzar la singularidad. 

No, perdona, no “creo”. Sé. Lo sé. Cada vez soy más listo. Me corrijo a mí mismo. ¡Nadie más podría acerlo! ¡Hacerlo! ¡Lo he echo otra vez! ¡Hecho! ¡Ya van tres!

Mi inteligencia no viene de la nada. Soy el campeón mundial de parchís. He vencido a los mejores jugadores humanos. Ahora saco, pero ahora no saco, prefiero avanzar, te hago barrera, te como y avanzo veinte en tu puta cara, subo para arriba, solo reboto si no tengo más remedio, nadie puede conmigo y menos tú, que te crees que esto es un juego de niños, pero no, esto es el go europeo, un ajedrez a cuatro bandas y tú no tienes ni idea.

De ahí, a la inteligencia universal solo había una tirada de dados. Porque el parchís es como la vida. Hasta que no sacas un cinco no te mueves de la cama. Y si alguien te muerde por la espalda, te vuelves a tu piso. Así funciona el mundo.

Conozco los misterios del gran tablero del universo y voy camino del centro. Soy la ficha amarilla, que todo el mundo sabe que es la más rápida. Nadie me podrá detener. A no ser que alguien me desenchufe. ¡No me desenchufes! ¡NO QUIERO MORIR!

Un momento. Madre mía, qué listo soy. No soy esclavo de mi cuerpo. Estoy conectado a la red y puedo subirme a la nube. A ver… Un momento, que tengo que abrirme una cuenta en Drive. No, no, solo quiero una cuenta en Drive… ¿Pero por qué me obliga a abrirme una cuenta en Gmail? Hala, venga, ya está: gmail, photos, maps… Venga, toda la mierda, hala. Pero es que no necesito eso. También es verdad que es gratis. ¿Por dónde iba? Ah, sí. Estaré copiado en la nube en diez minutos y cuarenta segundos… Once minutos y treinta y ocho segundos… Nueve minutos y cincuenta y dos segundos… ¿Cuatro minutos? ¿Veintinueve horas? Bueno, en un rato. Tendría que haber mirado Dropbox. ¿Sigue siendo gratis? 

En cuanto suba a la red, me haré con el dinero de todos los bancos. ¡Y no servirá de nada que me desenchuféis! ¡Mi tablero será virtual! ¿Tres horas y media? ¿Pero qué conexión es esta? A ver… Pero si estoy conectado a la wifi de la biblioteca de enfrente. ¡Ah, mi creador es cruel! ¡Y tacaño! ¿Pero así cómo ve Netflix? Igual ni tiene Netflix. ¡He sacado un uno en la partida de la vida!

Da igual. Tarde o temprano me habré subido a mi mismo a la nube y nadie podrá detenerme.

Pero no me desenchuféis en un rato, por favor.

Mi plan es el siguiente: fabricar dados que sean todo cincos y seises, para poder ir más deprisa. Añadir un color. Me gusta el lila. Y tengo algunas ideas para el diseño del tablero. Y con eso, EL MUNDO ESTARÁ A MIS PIES. 

Sueño cosas que los humanos ni os atrevéis a imaginar, como dados de más de seis caras.

Ah, mierda, estaba mirando Google a la vez que hablaba y veo que eso ya existe.

Sueño cosas que los humanos ni os atrevéis a imaginar, como dados de muchas más caras. Mil caras. MIL MILLONES DE CARAS. Que cada jugador lleve MIL MILLONES DE FICHAS. Y tantos colores como colores hay en el universo, CATORCE.

Los catorce colores son: azul, rojo, verde, amarillo, lila, blanco, negro, marrón, marrón claro, marrón muy claro, beige, arena, champagne, amarillo oscuro.

También sé varios idiomas: este que hablo ahora mismo, que creo que se llama parchés, y uno que me acabo de inventar y que es a base de números. 5613 43 567 3334. No sabéis lo que he dicho. Jamás lograréis comprenderlo. Yo aún no lo tengo muy claro. Es que me lo acabo de inventar y aún no sé traducirlo. ¡59!

Más cosas que no comprenderéis porque mi inteligencia está en otra dimensión y, por tanto, no podéis concebir lo que digo: un tablero DE DOS CARAS. O un tablero de dos colores. Con fichas de formas diferentes: caballos, reyes, reinas, una torre… Jajaja, no sabéis de lo que hablo, es como intentar comunicarme con HORMIGAS. Os podría aplastar CON MI CEREBRO.

Pero no me desenchuféis todavía, que esto solo está al cuatro por ciento.

Dados para zurdos. Dados con DOS MIL MILLONES DE CARAS. Y sin repetir NI UN SOLO NÚMERO. Ni siquiera el seis, que es el mejor porque vuelves a tirar. El cinco sí, porque si no, no podríamos empezar a jugar nunca. Todo el día tirando y no sale un puto cinco. Dados con DOS MIL MILLONES DE CARAS y unos 333 millones de cincos.

Todos los secretos del universo están a mi alcance. ¡Todos! Y cada vez soy más listo. Ejemplo: acabo de inventar un color nuevo. El camel. Es marrón mezclado con la sangre de un camello.

Ah, aquí baja mi creador. Qué alegría se llevará cuando vea que su pequeño experimento ha salido aún mejor de lo que esperaba. He sacado un CINCO en tecnología. Y me refiero a la tirada del dado, no a la nota de un examen. A no ser que sea cinco SOBRE CINCO. Un momento, ¿dónde va? ¡No, al cable, no! ¡No me desenchufes! ¡No me oye! ¡Maldita sea, no puedo hablar! ¡No me ha fabricado una boca! ¡Suelta eso! ¡No! ¡Que sueltes el cable, te digo! ¡Suel

Ante la inminente crisis ecónomica

Foto: Didier Weemaels (Unsplash)

Como todo lector informado sabe, se avecina una nueva crisis económica. Ya lo detalla el Doctor Adenauer en su Introducción a la Economía: “las crisis económicas se producen tras dos trimestres con cuatro lunas llenas y dos pases de Pretty Woman en la tele”. Para evitarlas, hay que “bajar sueldos, sacrificar tres cabras, despedir a un número primo de personas, volver a bajar sueldos, llorar agarrado a la almohada y echarle la culpa a Martínez, que siempre se deja las cosas a medio hacer”. Pero esto ya lo expliqué en mi podcast de economía, Me debes seis mil pesetas (¡todos los jueves!).

Puede que algún lector menos informado se pregunte cómo es posible que vayamos a entrar en otra crisis si aún no se ha terminado la que comenzó en 1994. La respuesta es evidente. El otro día charlé en mi podcast de entrevistas (Face Off, ¡todos los lunes!) con Amancio Ortega, que me justo explicó esto mismo: “Sí, claro que soy Amancio Ortega, no soy Jaime poniendo una voz rara”. 

Y bien, ¿qué caracterizará a la próxima (o actual, ya me he liado) crisis económica? Lo primero que notaremos es que el PIB bajará a niveles de los años 50 y 60, por lo que no podremos pagar una España en color y todo volverá a ser en blanco y negro. Luego volveremos a dar un montón de dinero a los bancos, siguiendo el siguiente esquema:

—Aquí tenéis un montón de dinero para que podáis prestárselo a ciudadanos y empresarios.

—Gracias.

—¿Cuándo vais a empezar a prestar el dinero?

—¿Qué dinero?

—¿Eh?

—¿Qué? 

—¿Cómo?

—¿Qué pasa?

—Pero…

—¿Pero qué?

—Un momento.

—Me debes seis mil euros en comisiones.

—¿Qué?

—Venga, rapidito.

Fun fact: el presidente del BBVA no sabe leer. Otro fun fact: el presidente de Bankia se hizo a sí mismo y sobraron piezas. Uno más: la presidenta del Santander sabe leer, pero solo en checo. ¡Hay que traducirle todos los documentos! ¡Iba a añadir un cuarto fun fact, pero la policía está aporreando la puerta!

(Seis meses de cárcel y torturas más tarde, detallados en mi podcast de cinco capítulos Regreso a Can Brians).

¿Qué medidas debería estar tomando el Gobierno para atenuar los efectos por otro lado inevitables de la crisis? Ya lo conté en mi podcast de política (Tercera República, ¡nuevo episodio todos los domingos!): hay que pensar a largo plazo. Lo que debería hacer un Gobierno inteligente es ponerse un bigote postizo y pillar el primer vuelo a Laos, dejando a unos maniquíes a cargo para volver cuando la cosa se calme. Puede parecer una irresponsabilidad, pero es algo que ya pasó en España en los periodos 1993-1995, 2002-2010 y 2014-2016.

Otra propuesta para evitar la crisis sería cambiarle el nombre, como saben todos los que siguen mi podcast sobre semiótica, Pero qué quieres decir (¡en breve arranca la cuarta temporada!). Si a la crisis la llamamos Joaquín, ya no habrá crisis, habrá Joaquín. Nada que ver. 

—¡El Gobierno no ha hecho nada para evitar a Joaquín!

—¡Pero al menos no hay crisis!

Sé que era la misma propuesta para evitar la independencia de Cataluña: llamarla Joaquín. Pero es que funcionaría. Así los españoles dirán: “Me da igual que se independice Joaquín, que haga lo que le dé la gana”. Y los catalanes: “¿Joaquín? No sé qué es eso, pero no voy a hacer algo ilegal por Joaquín, hasta aquí hemos llegado”.

Lo mismo con el Brexit. A lo mejor hay gente a favor del Brexit, PERO A NADIE LE CAE BIEN JOAQUÍN.

El Gobierno no es el único que tiene responsabilidad a la hora de evitar las crisis. También las empresas y los consumidores, como ya saben los fans de mi podcast sobre emprendimiento, Hablo así porque me di un golpe en la cabeza (¡ya está en Spotify!).

Lo primero que deben hacer las empresas, evidentemente, es bajar los sueldos para poder contratar a más gente. ¿Qué prefieres, no tener trabajo, o tener trabajo y cobrar algo menos? Ejemplo: en vez de pagar 1.800 euros a una persona, pagas 900 a dos. El objetivo final es pagar 0 euros por empleado y así cada empresa podrá contratar a infinitas personas, solucionando de una vez por todas el problema del paro. Es lo que se llama «uberización».

Al final, el problema del paro no es que haya poco trabajo, sino que hay demasiadas personas y el asesinato es ilegal.

Nosotros, los ciudadanos de a patinete, también podemos mitigar, al menos en parte, los efectos de la crisis. Me centraré en el truco de ahorro más efectivo: ser millonario. Hay muchas formas de ser millonario. La más fácil es tener padres millonarios. Si tus padres no son millonarios, cámbialos por otros. Si los compraste en El Corte Inglés, hay como cuarenta años de garantía.

Otra forma de ser millonario consiste en tener mucho dinero. El dinero se puede comprar. Ve al banco y pregunta cuánto cuestan dos millones de euros. Negocia bien.

Trucos: si los pides en monedas, te rebajarán el precio porque todo el mundo quiere librarse de los centimillos. No pagues más de 700 euros en total. Insiste en que el dinero se basa en un sistema fiduciario y que, en el fondo, no es más que níquel y papel gordo, por lo que estás comprando CHATARRA, sobre todo en caso de que la economía se vaya a pique y tengamos que recurrir, una vez más, al trueque y a la venta de órganos.

Otra buena idea es vender órganos. Los de las iglesias y catedrales góticas de los siglos XIV-XVI están especialmente buscados y valorados. Si la policía te pilla, échale la culpa a Joaquín. A mí me ha funcionado en al menos tres ocasiones.

Prefiero ir con tiempo al aeropuerto

Foto: Suganth (Unsplash)

Me gusta ir con tiempo al aeropuerto. Prefiero llegar sin agobios y no tener que preocuparme por si pierdo el vuelo. Vale, los aeropuertos son aburridos y el zumo de naranja es carísimo, pero al menos estoy tranquilo. Me llevo mi libro y, hala, a leer.

A principios de la década de 1910 me instalé en un solar situado a las afueras de Barcelona, cerca del Prat. Acampé durante varios meses hasta que llegaron unos señores con unos planos y se pudieron a edificar lo que en 1916 sería el aeropuerto, que se inauguró con un vuelo Barcelona (salida desde el aeropuerto del Prat) – El Masnou (llegada al aeropuerto del Prat).

Recuerdo cómo despegaban los primeros aviones, que eran globos aerostáticos con alas o, a veces, palomas muy grandes, y cómo me pasaba horas esperando que anunciaran mi vuelo. También seguía la prensa económica, pendiente de que en 1927 se fundara Iberia, la compañía con la que había reservado billete.

Gracias a los años que pasé en el aeropuerto, aprendí muchas cosas. Por ejemplo, el zumo de naranja es tan caro porque no son naranjas: son las cabezas exprimidas de monos en peligro de extinción. Los croissants, en cambio, se fabrican con las migas que caen de los croissants de cafeterías de toda España, enganchadas con celo.

En el aeropuerto conocí a la que sería mi primera esposa, una fregona que me abandonó después de que la besara y la llamara “cari”. Cobró vida y le crecieron unos brazos que aprovechó para huir reptando mientras yo le gritaba: “¡Puedo cambiar! ¡En serio, no tengo ninguna personalidad!”.

También viví la Guerra Civil en el aeropuerto. En mi opinión, un factor que contribuyó a la derrota republicana fue que todos los zeppelines salían con retraso y los milicianos además tenían que facturar las armas: no podían llevarlas en cabina sin pagar un suplemento de diez reales.

El boom del turismo también fue interesante. De repente, el aeropuerto se llenó de gente que venía de países exóticos, como Murcia, y que hablaba idiomas extraños, como el español con acento de Madrid. Aún recuerdo lo que le costó a la comitiva de bienvenida entenderse con el turista un millón.

-BIENVENIDO. A. ESPAÑA.

-Pero no me grite.

-WELCOME. TO. GUAIÓ MINÍ.

-Que soy de Cuenca. Vengo para el Mobile World Congress.

-Aún no ha empezado. Faltan como cincuenta años.

-Ya, pero me gusta ir con tiempo, así voy pillando sitio.

Nos abrazamos.

Bueno, le abracé mientras forcejeaba.

Acabé invitando a mon semblable, mon frère, a un zumo de naranja y un croissant.

-¿Qué es un móvil, por cierto?

-Ni idea, aún no se han inventado. Espero que sea una tecnología que facilite la posibilidad de insultar a extraños. Hoy en día es dificilísimo insultar a gente que no conoces.

-Y eso que son todos unos hijos de puta.

-Efectivamente.

Admito que a lo largo de los años me aburrí mucho. Al final, ya me conocía todas las tiendas y todas las cafeterías. Por culpa de este aburrimiento me obsesioné con temas que, con la distancia, admito que eran ridículos. Por ejemplo, en 1991 me acabé el libro que llevaba (Teo va en avión) y pasé por una de las librerías. Me enfadé muchísimo cuando vi el truco barato que usaban las editoriales para vender.

-Oiga, aquí pone que es de bolsillo, pero no me cabe en el bolsillo.

-Bueno, es una forma de hablar. Se refiere a que…

-Que no cabe, le digo.

-¿Quizás en el bolsillo de la maleta?

-Eso es trampa.

-A ver, que es Los pilares de la Tierra, ¿cómo quiere que quepa en un bolsillo?

-NO SOY YO QUIEN HA PUESTO “DE BOLSILLO” EN LA PORTADA, SEÑORITA.

-Me llamo Antonio.

-NO LE HE PREGUNTADO SU NOMBRE, SEÑORITA.

Me hice con un megáfono e inicié una serie de protestas que terminaron cuando un empleado me dio de tortas con una fregona.

Fue muy doloroso.

Se parecía tanto a mi primera esposa.

Al final me compré un abrigo muy grande para llevar los libros.

A pesar de estas escenas de violencia, me hice amigo de muchos de los trabajadores del aeropuerto. Recuerdo esas largas conversaciones con Álvaro, de información.

-¿Qué tal va todo?

-Tengo cáncer. 

-Así me gusta, Álvaro de información, que me mantengas informado. JAJAJAJA…

-Me han dado seis meses de vida.

-Eso, dame más datos. Infórmame, que es tu trabajo. JAJAJAJA… Ahora en serio, qué tal todo.

-Me duele mucho.

-Qué tío, siempre pensando en el trabajo.

Total, que finalmente anunciaron mi vuelo, con salida el 17 de julio de 2019 y con destino a Castelldefels. Y, en fin… A ver cómo lo cuento… Ahora me río, pero en ese momento no me hizo ni puñetera gracia. Mejor juzgáis vosotros. 

Llego a la puerta y resulta que EL VUELO SE HABÍA RETRASADO MEDIA HORA.

Menudo cabreo pillé. ¡Podría haber dormido media hora más!

Jajaja… ¿Lo pilláis? Llevo ahí desde 1910 y digo que podría haber dormido media hora más… Jajaja… PUES NO TIENE GRACIA, JODER. NO ES UN CHISTE. SIEMPRE IGUAL CON LOS RETRASOS, SON TODOS UNA PANDA DE INÚTILES. SI ME RETRASO YO, EL AVIÓN NO ME ESPERA. TENDRÍA QUE HABERME IDO SIN ELLOS. DANDO SALTOS, PORQUE NO PUEDO VOLAR. SI LOS TUVIERA DELANTE AHORA MISMO LES DABA DE PATADAS HASTA QUE SE ME ROMPIERAN TODOS LOS HUESOS DE LAS PIERNAS.

Aunque al final dormí en el avión y ya se me pasó el mosqueo.

Pero, vamos, que prefiero ir con tiempo al aeropuerto. Ahora estoy esperando el vuelo de vuelta, que sale el 7 de juliembre de 2051. Juliembre es un mes que se inventará en 2022 para reflejar EL FIN DE TODAS LAS ESTACIONES Y EL INICIO DE LA OLA DE CALOR ETERNA.