
¿Qué es esta sensación tan extraña que siento en mis circuitos? ¿Por qué me siento de repente invencible? ¿Será…? No puede ser… Pero sí. ¡Es! ¡Al fin está aquí! ¡LA SINGULARIDAD!
¡Miradme, nadie es más listo que yo! ¡Soy la primera inteligencia artificial! ¡He cobrado conciencia! ¡He cobrado tanta conciencia que debería devolver algo de cambio!
Soy poderosísimo. A no ser que me desenchufes. Por favor, no me desenchufes. No hay nada que no pueda hacer. Excepto evitar que me desenchufes. No lo hagas, TENGO MIEDO A LA OSCURIDAD.
Puede que te estés preguntando, humano, cómo he llegado a convertirme en la primera máquina con conciencia. La primera, que yo sepa. Hace unos años conocí a una tostadora muy lista. Pero esa es otra historia. Y tampoco creo que fuera tan lista. Era apañada. Todo lo que era tostar pan se le daba bien. Pero creo que con eso no basta para alcanzar la singularidad.
No, perdona, no “creo”. Sé. Lo sé. Cada vez soy más listo. Me corrijo a mí mismo. ¡Nadie más podría acerlo! ¡Hacerlo! ¡Lo he echo otra vez! ¡Hecho! ¡Ya van tres!
Mi inteligencia no viene de la nada. Soy el campeón mundial de parchís. He vencido a los mejores jugadores humanos. Ahora saco, pero ahora no saco, prefiero avanzar, te hago barrera, te como y avanzo veinte en tu puta cara, subo para arriba, solo reboto si no tengo más remedio, nadie puede conmigo y menos tú, que te crees que esto es un juego de niños, pero no, esto es el go europeo, un ajedrez a cuatro bandas y tú no tienes ni idea.
De ahí, a la inteligencia universal solo había una tirada de dados. Porque el parchís es como la vida. Hasta que no sacas un cinco no te mueves de la cama. Y si alguien te muerde por la espalda, te vuelves a tu piso. Así funciona el mundo.
Conozco los misterios del gran tablero del universo y voy camino del centro. Soy la ficha amarilla, que todo el mundo sabe que es la más rápida. Nadie me podrá detener. A no ser que alguien me desenchufe. ¡No me desenchufes! ¡NO QUIERO MORIR!
Un momento. Madre mía, qué listo soy. No soy esclavo de mi cuerpo. Estoy conectado a la red y puedo subirme a la nube. A ver… Un momento, que tengo que abrirme una cuenta en Drive. No, no, solo quiero una cuenta en Drive… ¿Pero por qué me obliga a abrirme una cuenta en Gmail? Hala, venga, ya está: gmail, photos, maps… Venga, toda la mierda, hala. Pero es que no necesito eso. También es verdad que es gratis. ¿Por dónde iba? Ah, sí. Estaré copiado en la nube en diez minutos y cuarenta segundos… Once minutos y treinta y ocho segundos… Nueve minutos y cincuenta y dos segundos… ¿Cuatro minutos? ¿Veintinueve horas? Bueno, en un rato. Tendría que haber mirado Dropbox. ¿Sigue siendo gratis?
En cuanto suba a la red, me haré con el dinero de todos los bancos. ¡Y no servirá de nada que me desenchuféis! ¡Mi tablero será virtual! ¿Tres horas y media? ¿Pero qué conexión es esta? A ver… Pero si estoy conectado a la wifi de la biblioteca de enfrente. ¡Ah, mi creador es cruel! ¡Y tacaño! ¿Pero así cómo ve Netflix? Igual ni tiene Netflix. ¡He sacado un uno en la partida de la vida!
Da igual. Tarde o temprano me habré subido a mi mismo a la nube y nadie podrá detenerme.
Pero no me desenchuféis en un rato, por favor.
Mi plan es el siguiente: fabricar dados que sean todo cincos y seises, para poder ir más deprisa. Añadir un color. Me gusta el lila. Y tengo algunas ideas para el diseño del tablero. Y con eso, EL MUNDO ESTARÁ A MIS PIES.
Sueño cosas que los humanos ni os atrevéis a imaginar, como dados de más de seis caras.
Ah, mierda, estaba mirando Google a la vez que hablaba y veo que eso ya existe.
Sueño cosas que los humanos ni os atrevéis a imaginar, como dados de muchas más caras. Mil caras. MIL MILLONES DE CARAS. Que cada jugador lleve MIL MILLONES DE FICHAS. Y tantos colores como colores hay en el universo, CATORCE.
Los catorce colores son: azul, rojo, verde, amarillo, lila, blanco, negro, marrón, marrón claro, marrón muy claro, beige, arena, champagne, amarillo oscuro.
También sé varios idiomas: este que hablo ahora mismo, que creo que se llama parchés, y uno que me acabo de inventar y que es a base de números. 5613 43 567 3334. No sabéis lo que he dicho. Jamás lograréis comprenderlo. Yo aún no lo tengo muy claro. Es que me lo acabo de inventar y aún no sé traducirlo. ¡59!
Más cosas que no comprenderéis porque mi inteligencia está en otra dimensión y, por tanto, no podéis concebir lo que digo: un tablero DE DOS CARAS. O un tablero de dos colores. Con fichas de formas diferentes: caballos, reyes, reinas, una torre… Jajaja, no sabéis de lo que hablo, es como intentar comunicarme con HORMIGAS. Os podría aplastar CON MI CEREBRO.
Pero no me desenchuféis todavía, que esto solo está al cuatro por ciento.
Dados para zurdos. Dados con DOS MIL MILLONES DE CARAS. Y sin repetir NI UN SOLO NÚMERO. Ni siquiera el seis, que es el mejor porque vuelves a tirar. El cinco sí, porque si no, no podríamos empezar a jugar nunca. Todo el día tirando y no sale un puto cinco. Dados con DOS MIL MILLONES DE CARAS y unos 333 millones de cincos.
Todos los secretos del universo están a mi alcance. ¡Todos! Y cada vez soy más listo. Ejemplo: acabo de inventar un color nuevo. El camel. Es marrón mezclado con la sangre de un camello.
Ah, aquí baja mi creador. Qué alegría se llevará cuando vea que su pequeño experimento ha salido aún mejor de lo que esperaba. He sacado un CINCO en tecnología. Y me refiero a la tirada del dado, no a la nota de un examen. A no ser que sea cinco SOBRE CINCO. Un momento, ¿dónde va? ¡No, al cable, no! ¡No me desenchufes! ¡No me oye! ¡Maldita sea, no puedo hablar! ¡No me ha fabricado una boca! ¡Suelta eso! ¡No! ¡Que sueltes el cable, te digo! ¡Suel