Bienvenidos al Museo Lucus Flavius Familia Pérez Soriano

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Historia del museo

El Museo Lucus Flavius Familia Pérez Soriano abrió sus puertas en 2017 después de casi diez años de trabajos de excavación. Estos trabajos sirvieron para recuperar parte de lo que era la antigua Lucus Flavius, una pequeña ciudad romana que se descubrió en el lavabo de un piso de 90 metros cuadrados de Torrealba de la Calzada, propiedad de la familia Pérez Soriano.

El descubrimiento se hizo por casualidad. En 2007, la familia Pérez Soriano notó que la cisterna del baño principal perdía agua, por lo que el pater familias, Eugenio, llamó a un fontanero que le recomendó el vecino. El fontanero vino ya el martes, porque el resto de la semana la tenía liadísima, y al revisar la cisterna vio lo que claramente parecían los restos de un atrium o patio interior de una casa romana del siglo I.

¿Pero cómo va a haber una casa romana en mi baño?, preguntó Eugenio, si esto es un cuarto piso. Hombre, contestó el fontanero, por aquí también pasaron los romanos y a lo largo de los siglos se ha ido construyendo encima de restos y cimientos de otras civilizaciones, por eso los edificios son tan altos. ¿Pero de qué habla?, le dijo Eugenio. Mire, contestó el fontanero, yo solo sé que hay que avisar al ayuntamiento. 

Para suerte de los más de diez mil visitantes que recibe cada año este museo, el fontanero llamó a los técnicos del organismo municipal, que se personaron en el piso de la familia Pérez Soriano el miércoles siguiente porque el resto de la semana la tenían también liadísima. El nombre de este fontanero, primer descubridor de Lucus Flavius, se ha perdido porque cobraba en negro. Si querías, te hacía factura, pero era un lío y te tenía que cobrar el IVA.

No había ninguna duda: tanto la técnica del ayuntamiento como varios arqueólogos e historiadores que fueron pasando por el piso registraron lo que era un hallazgo extraordinario. Al principio se creía que solo se trataba de los restos de una domus, que de hecho es la construcción mejor conservada del museo, pero poco después se descubrió que había restos de tres casas más, de unos baños, de parte del alcantarillado y los últimos cincuenta metros de un acueducto. 

Pero por favor, dijo Eugenio, ¿cómo va a haber un acueducto en mi baño? Claro, contestó la doctora Ferrer, directora de los trabajos de excavación, el agua llegaba del río a la ciudad por aquí. Por eso se construyó su lavabo en esta localización exacta. Es herencia romana. Pero señora, dijo Eugenio, que este edificio se construyó en 1990 y además todo eso no cabe aquí dentro. Hombre, claro que cabe, explicó la doctora Ferrer, mírelo desde este ángulo y verá. Los romanos eran muy buenos aprovechando el espacio y construían mejor que ahora. Además, eran como diez centímetros más bajitos y cabían bien en todas partes. ¿Qué?, contestó Eugenio, balbuceando y al borde de su primer ataque de ansiedad.

Eugenio y su esposa, María José, interpusieron varias reclamaciones en el ayuntamiento para intentar que toda esa gente saliera de su baño. Es verdad que en casa hay otro, explicaron, pero somos cuatro, este segundo baño solo comunica con nuestro dormitorio y así no se puede vivir. Tuvo que intervenir el Ministerio de Cultura, que aseguró que el yacimiento era de mucho valor y que ahí se iba a construir un museo, no solo por la importancia histórica del descubrimiento, sino también un poco por joder al gobierno de la comunidad, que era de un partido diferente.

No, a ver, no pueden poner un museo en nuestra casa, dijo María José porque Eugenio ya no podía más y prefería dedicar sus energías a buscar otro piso. Claro que sí, le dijo alguien que ya no sabía si era del ministerio, del ayuntamiento o de la universidad. En el pasillo ponemos la taquilla y ustedes pueden seguir viviendo en el resto del piso. María José iba a decir algo, pero tuvo que dejar pasar a unos estudiantes de primero de Historia, invitados por la doctora Ferrer, y luego ya no pudo encontrar al tipo con el que estaba hablando.

La familia Pérez Soriano llevó la decisión a los tribunales, pero el juez les dijo que, en fin, es que hay una ciudad romana en su casa, no se puede volver a tapar eso solo para que ustedes se laven los dientes. Imaginen que alguien tira abajo el teatro de Mérida para hacerse un despacho. Intentaron mudarse, pero no había forma: primero necesitaban vender su piso y a ver quién compra un piso en plena crisis con un solo baño porque en el otro hay un museo, y más si encima el ayuntamiento también ha expropiado el armario empotrado del pasillo porque en algún sitio habrá que poner la tienda de regalos. 

Bueno, dijo María José, intentando ver la parte positiva, al menos le pondrán nuestro nombre al museo. ¿Tú crees que la cola llegará al comedor?, preguntó Eugenio. Y sí, llega, pero solo los fines de semana de julio y agosto, cuando hay más visitantes y recomendamos reservar la entrada con antelación en nuestra página web.

Horario:

De martes a viernes, de 11 a 19 h.

Sábados y domingos, de 10 a 20 h.

Lunes cerrado.

El museo permanecerá cerrado el 1 de enero, el 15 de agosto y los días 24, 25, 26 y 31 de diciembre.

Precio:  

6 euros.

Estudiantes, pensionistas, parados y familia Pérez Soriano, 3 euros.

Autor: Jaime Rubio Hancock

Yo soy el mono de tres cabezas