Una de esas pesadillas

Foto de Nick Fewings (Unsplash)

He tenido otra de esas pesadillas horribles, una de esas que todo el mundo sufre de vez en cuando. He soñado que me despertaba a primera hora de la mañana, cuando ni siquiera había amanecido, y me vestía con traje y corbata para ir a trabajar. Lo peor era la corbata: tenía que deshacer el nudo varias veces porque la parte fina quedaba más larga que la gruesa, a pesar de que cada vez que comenzaba estaba totalmente seguro de que había calculado bien. Total, que salía tarde y llegaba aún más tarde a la oficina por culpa del atasco. Además de estar atrapado en la autopista, de la radio del coche salía un programa ininteligible, con gente discutiendo como de política, pero a gritos. No se les entendía nada, pero a mí me parecía todo normal. En el sueño lo era, parece, porque cambiaba un par de veces de cadena y todos los programas eran iguales.

Luego llegaba al trabajo. Esta parte no la recuerdo bien, pero tenía que hacer… No sé… Escribía cosas y… Eran las mismas de siempre… No sé cómo explicarlo. Copiaba y pegaba números, creo. Y luego hablaba por teléfono. El teléfono no dejaba de sonar, era horrible. Creo que también había una reunión. Sí, la había, ese trozo fue muy desagradable, ahora me viene a la memoria. Estábamos como horas en la reunión, no sabría decir cuánto tiempo, pero era larguísima, y yo miraba el móvil a escondidas, por debajo de la mesa. Entonces me hacían una pregunta y yo no sabía de qué estaban hablando. “Eso lo lleva Javi, pero luego lo miro”, respondía, sin saber muy bien si encajaba con lo que me habían dicho. Pero resulta que sí, por pura chiripa, y entonces salía de la reunión sabiendo que tenía que mirar algo, pero luego no lo miraba, más que nada porque no sabía qué tenía que mirar. En todo caso, ya daba igual porque enseguida ya era otra vez la hora de salir.

Entonces creo que me metía en otro atasco y llegaba a casa. Luego creo que quería ir al gimnasio, pero al final no iba. No recuerdo bien por qué. Algo de una lavadora. O me quedaba mirando cosas de internet. Ni idea. Ya sabes lo que pasa con los sueños, que uno siempre se olvida de los detalles cuando despierta.

Y encima pasaba eso de Netflix. Yo lo sueño a menudo, ¿tú no? Eso de que no sabes qué ver en Netflix y empiezas a buscar algo y vas pasando por los menús sin encontrar nada que merezca la pena: comedia, drama, series, añadido recientemente… Te entra sueño y miras el reloj y es tardísimo; ya no te daría tiempo a ver nada ni aunque dieras con algo que valiera la pena y entonces dices, mira, paso, pondré la tele, y en la tele tampoco hay nada, claro, y, por suerte, entonces me desperté.

Menudo rollo te he metido. Con lo aburrido que es escuchar los sueños de los demás. Pero es que se me queda mal cuerpo cuando tengo esas pesadillas. Ya sé que son muy comunes, que todo el mundo las tiene, pero me dejan una sensación de angustia durante un buen rato. Ya me olvidaré, claro. Al final uno se olvida de estas pesadillas en cuanto sale a la calle, desnudo, y se dirige a dar una conferencia con todos los papeles en blanco mientras se le caen todos los dientes de golpe, como cada día. Un poco de rutina siempre va bien para olvidarse de esos sueños absurdos.

Autor: Jaime Rubio Hancock

Yo soy el mono de tres cabezas