Algunos usos prácticos de una máquina del tiempo

maquina

Cuando se mencionan los posibles usos de una máquina del tiempo, se suele caer en lugares comunes como matar a Hitler antes de que llegue al poder o evitar que los padres de Aznar se conozcan. Si bien estos objetivos son nobles y loables, me parece adecuado recordar que una máquina del tiempo también podría tener unos nada desdeñables usos cotidianos e incluso recreativos. Por ejemplo:

– Echar una segunda siesta.

– Llegar tarde a la oficina y que todo el mundo sepa que lo has hecho adrede. «NO MERECÍA LA PENA USAR LA MÁQUINA, SÓLO SON DOS HORAS DE NADA».

– Volver al sábado pasado y evitar beberte esa última copa que te sentó tan mal.

– Tomarte tú, el del futuro, esa última copa, ya que tú aún no llevas ninguna.

– Volver al sábado pasado, pero desde más tarde, a evitar que el segundo Jaime Rubio siga bebiendo porque al final resulta que no se conforma con esa única copa.

– Enviar a un cuarto Jaime Rubio porque el tercer Jaime Rubio también se acaba liando.

– Echar una tercera siesta.

– Ahorrarte ese minuto que pasas mirando el microondas cada mañana, esperando que se caliente la leche.

– Mirar la hora (es una máquina del tiempo, tendrá un reloj).

– Llegar a fin de mes con mayor soltura. La cosa va así: te gastas todo el sueldo el día 10, como de costumbre, y viajas hasta el día 30 o cuando cobres. La gente te preguntará dos cosas: primero, ¿dónde has estado todo este tiempo? Y segundo y tras unos cuantos años haciendo lo mismo, ¿cómo te conservas tan joven?

– Zanjar discusiones sobre quién dijo qué: viajáis los dos al pasado y lo comprobáis.

– Cambiar el pasado para ganar esa discusión.

– Viajar a momentos históricos famosos para salir en la foto (o en el óleo, según).

– Llevarle a Shakespeare las obras completas de Miguel Mihura, a ver qué pasa.

– Echar una quinta siesta antes de la cuarta porque para eso tienes una máquina del tiempo.

– Viajar al pasado a conocer a tu personaje histórico favorito. Por ejemplo, Gandhi. Darte cuenta de que has viajado en el tiempo, pero no en el espacio. Cruzar una Europa asolada por la Segunda Guerra Mundial, sin dinero. Conseguir llegar a la India, con muletas porque perdiste una pierna en un bombardeo. No encontrar a Gandhi por ningún lado. Ir a uno de sus actos públicos. Que te digan que es ese señor del fondo. Darte cuenta al final de que estabas mirando a otra persona todo el rato. Enfermar de lepra. Morir.

– Viajar al futuro para comprarte un almanaque deportivo con los resultados de todos los partidos de fútbol hasta 2050. Olvidarte cada semana de echar la quiniela. Se juntan dos temas: “Yo no soy muy futbolero” y “Bah, ya lo haré la semana que viene, qué más dará, hay tiempo”.

– Viajar al pasado para, una vez allí, viajar al futuro justo antes de ese primer viaje y advertirte de que no viajes al pasado. Hacerte caso.

– Echar una cuarta siesta.

– Viajar al pasado y avisarte de cosas que en realidad no sucedieron jamás, sólo por ver tu propia cara.

– Viajar al pasado y explicarte el final de alguna serie de estas largas, de seis o siete temporadas, sólo por ver tu propia cara.

– Viajar al pasado y tener sexo contigo mismo porque de joven estabas muy bien y técnicamente es como masturbarse, así que no pasa nada, y todo también por ver tu propia cara, que es preciosa.

– Dejarte embarazado porque en el futuro se sabrá cómo.

– Cuando le explicas a tu hijo que eres su padre y su madre, es posible que se enfade tanto que viaje al pasado a seducir a tu abuela y convertirse en tu abuelo.

– Del rebote que pillas, intentas viajar al futuro a vengarte de tu hijo, tal vez seduciendo a tu nuera y convirtiéndote en su yerno, pero no sabes usar la máquina porque de repente tienes… Ehm… Cómo decirlo… Ehm… Cierta discapacidad intelectual. Por el tema de una endogamia muy bestia.

– Quedar bien con la gente. Por ejemplo, pongamos que te invitan a dos cumpleaños el viernes. Vas a uno. Luego duermes. Descansas. Te duchas. Viajas al pasado y vas también al otro.

– Pero si eres la misma persona, preguntaréis, ¿no habría ahí un rollo de paradojas y tal? (Decís “y tal” porque no tenéis mucha idea y se os nota). No, en serio, insistiréis, ¿cómo puede la misma persona estar en dos sitios a la vez? ¿O tener sexo consigo misma? Esto último me interesa, afirmaréis, añadiendo muy deprisa que para un amigo, no te creas. Aunque claro, continuaréis, ya hablando solos, ¿existe realmente la identidad, el yo? ¿Acaso no se renuevan todas las células del cuerpo humano cada siete años? ¿Qué queda de mi persona de 2007, aparte de este michelín que no consigo quitarme?

– Ay, no sé, contestaré, dejadme en paz con mis cosas.

(Fuente de la imagen).

Autor: Jaime Rubio Hancock

Yo soy el mono de tres cabezas

8 opiniones en “Algunos usos prácticos de una máquina del tiempo”

  1. Este artículo vulnera las más básicas leyes de la causalidad.

    Termodinámica, causalidad…

    Vaya racha señor Rubio, vaya racha…

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  2. No… lo que haré será dejar que la física te ignore, como tu la ignoras a ella.
    En algún momento necesitarás de la ley de la gravedad, o de la fricción, y entonces, con una sonrisa socarrona, la física te mirará y dejará que tu coche avance hasta ese barranco frente a ti en un sistema de resistencia 0.

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