Bienvenido al infierno

dore
Grabado de Gustave Doré para La Divina Comedia

-¡Bienvenido al infierno!

-¿Cómo?

-Bienvenido al infierno.

-No puede ser. Creo que se equivoca.

-A ver, ¿me puede decir cómo se llama?

-Ignacio Arsuaga.

-Sí, aquí está su nombre. No hay ningún error. ¡Bienvenido al infiern…!

-No, no. No puede ser. Dediqué mi vida a defender los valores cristianos gracias a mi asociación Hazte Oír. Por ejemplo, en 2021 logramos que se prohibiera la rueda, al tratarse de una clara invención sodomita.

-No sé qué decirle. Su nombre está aquí. En la lista.

-Pero…

-No se preocupe. El infierno tiene mala fama, pero no es para tanto.

-¿Esto es… Esto es el infierno?

-Bueno, hay otro edificio más grande, que es donde están los curas pederastas, pero sí, esto es lo que hay.

-Parece una casa rural.

-Escalofriante, ¿verdad?

-No es muy grande.

-No. Entre usted y yo, y ahora que no nos oye nadie, Dios es un blando y se lo perdona casi todo a casi todo el mundo. Le acompaño a su habitación.

***

-Entonces, ¿usted es…?

-Hitler, Adolf Hitler.

-Vaya. Yo soy Ignacio Arsuaga.

-Encantado.

-Igualmente. Este té no está mal del todo, para ser del infierno.

-¡Solo hay té! ¡No hay café!

-Esperaba más torturas.

-Pruebe a encender la tele. Solo echan programas de subastas de trasteros.

-Y mi habitación es muy húmeda. Pero esperaba algo más del infierno.

-No destinan fondos. Eso es lo que ocurre. Está fatal organizado. Ni siquiera hay café. Y eso que me dijeron que esta semana traerían. ¿Y usted por qué está aquí, si le puedo preguntar?

-No lo sé. Yo soy Ignacio Arsuaga. Soy muy buena persona.

-No me suena.

-Gracias a nuestra campaña de 2033, las mujeres tienen cocinas más grandes.

-No parece algo tan malo.

-¿Verdad?

-Pues lo que yo hice fue…

-Ya lo sé, ya lo sé.

***

-¡Y por eso el catolicismo no es la religión verdadera!

-Osama.

-¿Sí?

-Estamos en el infierno.

-¿Y?

-¿Qué más pruebas necesitas?

-Estamos en el infierno protestante.

-¿Qué?

-Sí… ¿no lo sabías? Lutero tenía razón en todo. Bueno, en casi todo. La tortilla de patata va sin cebolla.

-Entonces, estoy aquí por ser católico. Ahora lo entiendo todo. A los católicos siempre nos han perseguido. Somos los verdaderos marginados de la historia de Occidente. No hay historia de sufrimiento como la de los católic…

-Qué va. Apenas hay católicos aquí. Bueno, en el edificio de curas pederastas hay unos cuantos. Pero aquí creo que solo hay un papa, para que te hagas una idea. Alejandro VI. Por cierto, no dejes tu taza de té cerca de él, que siempre está echando polvitos. Son inofensivos, pero dejan un sabor amargo. Creo que es sacarina.

-Pues sigo sin entender nada.

-¿Verdad? Se supone que la sacarina es un edulcorante. Entonces, ¿por qué tiene ese regusto amargo?

***

-Disculpe, ¿usted trabaja aquí?

-¡La semana que viene!

-¿Qué?

-¡La semana que viene traigo café! ¡Dejen de preguntar por el maldito café y dedíquense a expiar sus culpas! ¡Esto es el infierno, no una casa rural! ¡Bueno, técnicamente es las dos cosas! ¡Pero se entiende lo que quiero decir!

-No, no. Es que quiero hablar con Dios.

-Esto es el infierno. Dios no viene mucho por aquí.

-Es que yo no debería estar en el infierno. Soy el de Hazte Oír.

-Su nombre es…

-Ignacio Arsuaga.

-Claro que debería estar aquí. Me acuerdo porque con la A hay pocos. Están usted, Idi Amin, Esperanza Ag…

-Ya sé que mi nombre está en la lista. Pero quiero hablar con Dios.

-No es posible.

-Gracias a nuestra campaña de 2029 prohibimos que la gente dijera “madre de Dios” como expresión de asombro no religiosa. Eso tiene que contar para algo.

-Y bien que ha contado.

-Yo creo que no.

-Yo creo que sí.

-Oh.

-Exacto.

***

-Hola, ¿usted es nuevo?

-Sí, me llamo Ignacio Arsuaga.

-Encantado, yo soy Drácula.

-¿Drácula? ¿Vlad Tepes?

-No, no. Drácula. El conde Drácula.

-¿Pero no era un personaje de ficción?

-No.

-¿Drácula existió?

-Le aseguro que existí. Durante más de cuatrocientos años.

-Guau. Vaya. Deje que le prepare un té. ¿Bebe té? Quiero saberlo todo sobre… Un momento, se está riendo.

-Sí, lo siento. No he podido aguantar más. Salid, salid. Perdón, era una novatada. Si viniera más gente, tendría más práctica, pero no es el caso. Yo soy Josef y ellos son Talat y Rosemary. ¿Qué tal va la aclimatación?

-Me empiezo a cansar del té.

-La semana que viene traen café. Bueno, eso me han dicho.

***

-Sí, soy nuevo. Me llamo Ignacio Arsuaga.

-Yo soy Roberto García.

-No me suena.

-No todos somos famosos, como Hitler o ese ministro de Franco, ¿cómo se llamaba? ¿El que no se puede nombrar en los tuits?

-¿Arias Navarro?

-No, ese no está aquí. El otro, el que llegó muy arriba…

-¿Fraga?

-No, no. El otro. Joder. Lo tengo en la punta de la lengua. El astronauta…

-¿Astronauta? ¿Pero qué dice?

-Sí, joder, el del coche.

-¿Serrano Súñer?

-No, no. Él tampoco está aquí. Me refiero al que era militar… Del ejército del aire, no sé si me explico.

-No. ¿Franco está aquí, por cierto?

-Sí. Suele quedarse en su habitación. Tiene un balconcito y sale a que le dé el sol y a dar discursos imaginarios.

-Me encantaría conocerle.

-Claro, todo el mundo quiere conocer a los condenados famosos. Pero a Roberto García que le den.

-Perdone, no quería ofenderle.

-Nada, es igual.

-¿Y usted qué hizo?

-No necesito su caridad.

-No, en serio, me interesa.

-Se lo cuento, pero solo si no se ríe.

-Claro.

-Prométame que no se va a reír.

-Se lo prometo.

-No le creo, todo el mundo se ríe.

-No me voy a reír. Sé en carne propia que el criterio para condenar a alguien para toda la eternidad es un tanto arbitrario.

-Pues verá: en 1774 contaminé las aguas de un pozo con la intención de asesinar a toda la gente del pueblo en el que vivía.

-Pero eso es horrible. ¿Por qué creía que me iba a reír?

-El caso es que no estaba seguro de si había echado suficiente veneno, así que probé un poco para ver si mataba o no.

-Vaya.

-Me empezó a doler mucho el estómago, pero seguía con vida, así que eché más veneno y probé un poco más de agua, a ver si había dado con la dosis acertada. Perdí la vista en apenas unos segundos, pero aún no estaba muerto. Necesitaba asegurarme de que los asesinaba a todos, así que eché un poquito más y volví a probar. Y entonces sí, vomité sangre hasta morir.

-Eso es muy desagradable. No es nada gracioso.

-Cuando vieron mi cadáver al lado del pozo, con la mano aún agarrando el cubo y la cara paralizada en un gesto de dolor, dedujeron que el pozo estaba contaminado, arrojaron mi cadáver dentro y lo sellaron.

-No le salió muy bien, no. Pero sigue sin ser gracioso.

-Hombre, un poco sí. Venga, que le presento a Franco.

***

-Usted es el demonio que me dio la bienvenida.

-Preferimos el término “emprendedor”.

-¿Emprendedor? ¿Pero qué emprenden ustedes? ¿No son funcionarios del infierno?

-Este no es mi único trabajo. Tengo proyectos en la Tierra. ¿Ha oído hablar de Uber?

-¿Usted inventó Uber?

-No, no, qué va. Lo gracioso es que a todo el mundo le resulta creíble. Pero en fin, al grano. Vengo porque usted quiere revisar su caso.

-Sí, debería estar en el Cielo.

-Podemos echar un vistazo, pero sería el primer error en la historia de la humanidad.

-Pero es que está claro que es un error. Una campaña nuestra de 2039 sustituyó los cinturones de seguridad de los coches por estampitas de santos.

-Es verdad que eso aumentó el número de almas que llegó al Cielo.

-¿Lo ve?

-De todas formas, su informe es muy claro. Mire, se lo leo en voz alta, que es breve: “PERO QUÉ… PERO ESTE TÍO… MENUDO GILIPOLLAS, PERO QUÉ PEDAZO DE… NO PUEDO, ES QUE NO PUEDO NI SEGUIR… PERO… AH… POR FAVOR. ¡HAY QUE SER IMBÉCIL! ¡ME TOMO EL RESTO DEL DÍA LIBRE! ASÍ NO PUEDO TRABAJAR. PERO QUÉ… POR FAVOR, QUÉ PEDAZO DE IMBÉCIL, NO ENTIENDO CÓMO SE PUEDE DAR TANTO ASCO”. Firmado: el Arcángel Miguel.

-Vaya.

-Sí.

-Ha sido un poco duro eso.

-Mire, le recomiendo que se tome un té y descanse en su habitación unas horas. Esta noche hay programada una partida de SingStar.

-Qué horror.

-Bueno, es que esto es el infierno.

Autor: Jaime Rubio Hancock

Yo soy el mono de tres cabezas