¿Qué haría tu abuela en tu lugar?

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“No comas nada que tu abuela no hubiera identificado como comida”. Esta es una de las normas que Michael Pollan da en Food Rules: an Eater’s Manual. Y que se puede extrapolar a todos los ámbitos de la vida. Es decir, antes de tomar cualquier decisión pregúntate: “¿Qué haría mi abuela?” Es más, si puedes, llámala y pregunta, que no te cuesta nada.

Por ejemplo: a mi abuela nunca la hubieran enganchado con los bitcoins. Si alguien hubiera intentado explicarle en qué consiste esta moneda virtual, cómo funciona y por qué es una buena oportunidad de negocio, le hubiera soltado un zapatillazo que le hubiera saltado todos los dientes de la boca a él y a su descendencia durante las próximas diecisiete generaciones.

Ojo: no porque no lo hubiera entendido, sino precisamente porque lo hubiera entendido a la perfección. Es algo con lo que puedes ganar mucho dinero en dos días, pero al tercero te van a robar. Por tonto.

No es lo único: jamás hizo caso de ningún teleoperador que le ofreciera la mejor tarifa para “ahorrar” en teléfono, luz o gas, sabía perfectamente que la familia real era una pandilla de chorizos, jamás hubiera ido a una cata de gintonics y nunca me hubiera dejado llevar una camisa que se pudiera confundir con una cortina.

Es cierto que las abuelas son humanas y a veces se equivocan. Por ejemplo y por una cuestión meramente generacional, no habría visto nada raro en que algunos treintañeros se dejaran bigote, acostumbrada como estaba a ver bigotes por la calle y en Cine de Barrio. Pero el moño masculino no se le hubiera escapado. Si hubiera visto a un tipo con moño por la calle, le hubiera soltado tal mirada que el pobre infeliz habría corrido a casa a QUEMARSE LA CABEZA.

Quizás alguno diga que las abuelas son señoras mayores y por tanto, conservadoras, lo cual puede ser en parte un freno para el progreso. No sé yo. Por un lado, tampoco pasa nada si el progreso llega un par de meses más tarde, que no hay ninguna prisa. Y por otro, la primera persona de mi entorno a quien vi hablando con un móvil fue a mi abuelo. Y mi abuela no le dijo nada al respecto. Supongo que le dejaría tranquilo con sus cosas: al fin y al cabo, todo el mundo tiene derecho a distraerse y el pobre hombre no hacía daño a nadie. Pero también vería bastante claro que a veces no hay nada que hacer y que es necesario escoger bien las batallas para no cansarse inútilmente.

Siguiendo su ejemplo, yo me he rendido con los smartwatch. Dentro de unos años todos tendremos uno, igual que Michael Knight, y pareceremos aún más tontitos.

No sé con quién estaría hablando mi abuelo, por cierto. Probablemente con un teleoperador que le hacía ofertas para “ahorrar” en su factura. Me lo imagino porque yo me parezco bastante a él, excepto en la calvicie. Pero ese ya es otro tema. El caso es que tanto él como yo lo hemos tenido siempre muy claro: hay que hacer caso a la abuela.

Por cierto, la pregunta es “qué haría”, no “qué hizo”. Así que no os tiñáis el pelo de azul ni llevéis las gafas con cadenita.

Y de propina, unos chistecicos sobre bitcoins:

  • Olvidé sacar los bitcoins de los pantalones antes de meterlos en la lavadora.
  • ¿Me da cambio de este mail que me confirma que tengo seis mil millones de bitcoins para la máquina de tabaco?
  • No me fío de los bancos: guardo todos mis bitcoins debajo del colchón de los Sims.
  • Si pagas con cacahuetes, tendrás monos. Si pagas con bitcoins, tendrás informáticos gordos comentando cosas muy enfadados en internet.

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Autor: Jaime Rubio Hancock

Yo soy el mono de tres cabezas