¡El gobierno está asesinando a mucha gente!

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Los datos están ahí y lo dejan bien claro: el gobierno es responsable de un genocidio. El paro ha bajado en 72.800 personas durante septiembre, pero sólo se han creado 39.500 empleos. ¿Dónde están esas otras 33.300 personas? Es evidente que el gobierno las ha asesinado y posiblemente ha quemado sus cadáveres y ha eliminado toda huella de su existencia.

-¿Es la policía? ¡Hace tres días que mi marido no viene a casa!
-¿Cómo se llama su marido?
-¡Sebastián Gutiérrez Hernández!
-No hay ningún Sebastián Gutiérrez Hernández.
-¿Cómo?
-Por favor, esto es la policía, no llame para gastar bromas.
-Pero…

Y cuelgan. Llamadas como esta habrá habido miles, y eso a pesar de que supongo que habrán escogido a parados solitarios. Y taciturnos. Como mi vecino del cuarto, que no sé si es parado, o pensionista, o qué, pero se pasa todo el día en el bar. En dos o tres semanas, SE LO CARGARÁN, seguro.

Voy a avisarle.

Ya. Primero no me ha hecho caso, luego le he cogido por la camisa y le he gritado QUE TENÍA QUE SALIR DEL PAÍS y al final me han echado del bar. Yo ya no puedo hacer más. Aparte de pasarme toda la noche en la puerta de su casa con el megáfono, gritando: «VAS A MORIR, FULGENCIO; SI NO HUYES, VAS A MORIR». Se llama Eduardo, pero Fulgencio me parece mucho más gracioso.

Siguiendo con el asunto que nos ocupa (el gobierno está exterminando a los parados), no me extrañaría que un equipo de agentes secretos se metiera de noche por las casas de estos desempleados después de asesinarlos e hiciera desaparecer fotos, libretas y pares de zapatos.

-¡No estoy loca! ¡Llevo veintisiete años casada con tu padre!
-Pero mamá, no sé… Ya hemos estado hasta en el ayuntamiento y ahí nadie sabe nada de ese señor.
-¡De tu padre!
-¿Y dónde están las fotos de la boda?
-¡Nos las han robado!
-Mamá, por favor, me estás asustando.
-¿Y entonces tú de quién eres hijo?
-ESO ME GUSTARÍA SABER A MÍ, ZORRA.

Yo me tomé a broma estás cifras sospechosas hace poco más de un mes, cuando el paro descendió en 31 personas, pero ahora resulta más que evidente que esa fue una primera prueba. Vamos a matar a unos pocos, a ver si funciona. Y funcionó, claro, porque hemos perdido todo el sentido crítico y fuimos por tanto incapaces de darnos cuenta de la trama genocida que este gobierno asesino estaba organizando.

Hemos perdido perspicacia y capacidad de reflexión por culpa de los gifs. Nos ponen gifs por toda la internet para que no prestemos atención a lo verdaderamente importante. Los gifs entretienen y despistan, son el circo de la era de la internet y sin duda los ha diseñado la CIA para frenar toda oposición al sistema. ¿Quién le iba a decir a George Orwell que en la sociedad de Gran Hermano los gifs iban a ser las herramientas opresoras? Nadie, porque Orwell está muerto y hablar sobre cosas de la internet con una tumba es de locos.

Os explico lo de los gifs con un ejemplo:

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¿Lo veis? Yo ya no sé de qué hablaba. No puedo apartar la vista de ese señor que se ha hecho daño mientras me carcajeo y pienso: “Jejeje… Es gracioso porque parece tonto y me recuerda a Pepe Viyuela con la silla”.

No, en serio, ¿qué comentábamos? ¿Era algo de mis libros? Es probable. Compradlos. No hace falta que los leáis. No os pienso pedir tanto. Pero compradlos. Pensad que si acabo millonario, me pasaré el día con el Candy Crush y ya no tendré tiempo para escribir ninguna tontería nunca más en la vida hasta el día que me muera. De hambre, imagino, por no levantarme a hacer la cena, enganchado a la pantallita, que es peor que un gif. Creo que a los caramelos de Candy Crush les echan heroína.

 

(Fuente de la imagen).

 

Autor: Jaime Rubio Hancock

Yo soy el mono de tres cabezas