A: Buenas, venía a devolver este juguete.
B: Claro, ¿qué le ocurre?
A: Verá, es que pone que es una araña de plástico con colmillos venenosos. Y ahora mi hijo está muerto.
B: Aham… ¿Y cuál es el problema?
A: A ver, es una araña de plástico. Con colmillos. Y los colmillos tienen veneno de verdad.
B: Claro, lo pone en la caja.
A: Pero es un juguete para niños. ¿Por qué ponen veneno en un juguete para niños?
B: Para niños de entre 6 y 12 años.
A: Sí… Mi pobre Alfredito tenía 7 años de nada…
B: Es decir, niños que saben leer.
A: ¿Cómo?
B: A ver, es que usted mismo lo ha dicho, lo pone en la caja: “Araña monstruosa con colmillos venenosos”.
A: Pero es un juguete. Los juguetes no son venenosos. Hacen ver que lo son, pero en realidad no lo son.
B: No sé qué decirle, es que está muy claro.
A: Creía que era un reclamo publicitario.
B: ¿Un reclamo publicitario? ¡Era una advertencia!
A: ¿Pero a quién se le ocurre ponerle veneno a un juguete?
B: Así es más divertido. Los niños quieren juguetes realistas. Para jugar a ser mayores. Y de esta forma aprenden acerca de los riesgos con los que se pueden encontrar cada día.
A: ¡Y ahora mi hijo está muerto!
B: Claro, es que usted tendría que haberle avisado. Mira, Luisito…
A: Alfredito.
B: Perdón. Mira, Alfonsito, esta araña tiene veneno, así que cuidado con los colmillos. Colmillos CACA.
A: ¿Y no sería más fácil poner colmillos de goma SIN veneno?
B: El problema que tienen los padres de hoy en día y perdone que sea Franco y me subleve contra el orden constitucional iniciando una Guerra Civil básicamente porque no respeto la voluntad de los ciudadanos y me falta un huevo… Ay, disculpe, que me he equivocado. Quería decir que el problema de los padres de hoy en día y perdone que sea franco, es que ustedes rehúyen sus responsabilidades. Pretenden aparcar a los niños delante de la tele o con algún juguete moderno para no tener que perder el tiempo educándolos.
A: Es que llego tarde a casa… Mi mujer también trabaja mucho… Estamos cansados, compréndalo…
B: Ya, si yo lo comprendo, pero no le eche la culpa al juguete. Lo decía bien claro. En la caja. Colmillos venenosos. Mire, vamos a hacer una cosa. ¿Tiene más hijos?
A: Una niña. De cinco.
B: Pues le vendo esta muñeca con un descuento del treinta por ciento. Es perfecta. Come papillitas y llora…
A: Aquí pone que también hace pipí. Y que el pipí es ácido de batería.
B: Efectivamente.
A: ¿No tiene nada más seguro?
B: ¿Qué le parece este juego de construcción? Con los bloques puede construir una casa. ¡O lo que imagine!
A: Aquí pone que dos de los ladrillos son de dinamita y explotan al colocarlos.
B: Jajaja… Sí…
A: ¿No tiene nada que no sea mortal?
B: Es que es lo que está de moda… Mire, por ejemplo, esto es lo último que nos llega de Estados Unidos.
A: ¿Es una pistola? Parece de verdad.
B: Es de verdad. El juego consiste en que usted la esconde y los niños la tienen que buscar. Hay dos niveles de dificultad: cargada o sin cargar.
A: Me sigue pareciendo muy peligroso.
B: También tengo una botella de lejía.
A: No, es igual, déjelo.
B: Y este juego de manualidades. ¡Incluye sierra eléctrica!
A: Gracias, buenas tardes.
B: ¡Eh! ¡Oiga! ¡Se deja la araña! ¡Oiga!
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