-No, pero es buen tío.
-¿Cómo?
-Que es buen tío, digo.
-No puedes decirme eso. Llevas tres cuartos de hora hablando mal de él. No puedes explicarme que abandonó a su mujer embarazada y luego añadir «no, pero es buen tío». Tuvo que dar a luz entre dos contenedores. Me lo has dicho hace diez minutos. Eso no es compatible con ser un buen tío. También me has contado que estafó a su propia hermana. Se quedó sin ahorros y acabó perdiendo su piso. Y yo diría que alguien que mató al gato de su sobrina sólo por ver qué se siente no puede ser «un buen tío». Y menos si lo hace delante de la pobre niña. No. No puedes decir eso. Todavía va al psiquiatra. Lleva seis meses sin dormir. Me lo acabas de decir. Y cada vez que pienso en lo que le hizo a esa anciana que intentó colarse en el supermercado me entran escalofríos. Todas las personas mayores de 70 años intentan colarse en el súper. Es ley de vida. Hay que llevarlo con paciencia. No puedes hacer… Eso… No quiero ni pensarlo. Es absurdo decir de alguien que hace ese tipo de cosas que es buen tío. No tiene sentido. ¿Y por qué prendió fuego a la guardería? No entiendo nada. ¿Por qué hizo eso? ¡Me da igual que fuera de noche y no hubiera nadie! Ese tío debería estar en la cárcel. O en un psiquiátrico. O muerto. Mira, en serio, estoy en contra de la pena de muerte, pero en este caso haría una excepción. Deja de decir que es buen tío. No lo es. No. Es un psicópata peligroso.
-No, pero es majete.
-¡No! ¡No puede ser majete!
-Os llevaríais bien.
-¡Que no!
-Te ríes.
-¡No! ¡Basta!
-He quedado con él el viernes. Vente.
-¡Ni hablar!
-A las ocho. Cervecita y luego cena por Gràcia.
-Bueno, vale. A lo mejor me paso un rato.