¿Quieres cogerla en brazos?

fiesta

—¿Una cerveza?
—Sí, gracias.
—Pues hace buen día, ¿no?
—La verdad es que tienes una terraza de puta madre.
—Compramos el piso por eso.
—Está muy bien, sí.
—Tu eres el novio de Sandra, ¿verdad?
—Sí.
—No te conocía.
—Huy, ya ha venido un par de veces.
—Es que nosotros con la cría ya casi no salimos.
—Normal… Sandra ya me contó…
—¿De día se ve el mar?
—Qué se va a ver el mar.
—¿Y Sandra ha venido?
—Sí, sí…
—Claro que ha venido, no va a venir el chaval solo.
—Yo qué sé, no la he visto.
—Está en la cocina, ayudando a Jordi con las tortillas.
—Espero que sin cebolla.
—No empecemos.
—Yo creo que se tiene que ver el mar.
—El bebé se ha despertado.
—Huy, voy.
—¿Y a qué te dedicas?
—Estoy estudiando unas oposiciones. Para juez.
—Anda.
—Esas son jodidas.
—Sí… De hecho, lo dejé un tiempo y estuve trabajando porque no me veía… Pero el año pasado aproveché que me quedé en paro y me dije, venga.
—Huy, mira quién viene.
—Hola, pequeñuela. Huy, qué carita.
—No, si cuando se despierta no está para historias.
—Tiene mirada de cabreo.
—Sí, ¿verdad? En eso ha salido al padre. Por las mañanas no se le puede hablar.
—Yo creo que sí se ve el mar.
—¿Pero tú ves el mar?
—Hoy está nublado.
—Ay, qué rica. ¿Puedo cogerla?
—Claro.
—Ven aquí. Huy, qué guapa. Pero qué guapa.
—¿Cómo se llama?
—Noelia.
—¿Cómo el padre?
—No…
—En realidad, nadie de la familia se llama Noelia.
—Mi hermana se llama Noelia.
—Nos gustaba el nombre.
—Ya, era una… Una broma… Perdón… Es muy mona, sí.
—¿Quieres cogerla?
—Huy… No… Yo… No soy muy de… No…
—Déjale al pobre en paz.
—No, toma, cógela, que es muy buena.
—No, que yo…
—Tranquilo, si le gusta la gente. ¿No ves como la he cogido yo?
—Ya, pero no sé si…
—Que sí, hombre. No seas tím…
—¡Ah!
—¡AH!
—¡No!
—¿Pero qué…?
—¡DIOS DIOS DIOS DIOS!
—¡No la toques!
—¡AH! ¡AH!
—Yo… Yo…
—¡Que alguien llame a una ambulancia!
—¡Pero…!
—¡Está…!
—Lo siento… Yo… No…
—¡No la toquéis, que es peor!
—¡Pero cómo voy a dejarla ahí!
—¿Qué pasa? ¿Qué gritáis? Pero… ¡Noelia!
—¡Llevadla al sofá!
—¿Eso es sangre?
—Ay Dios no respira ay Dios.
—¡No la toques, joder!
—¡Mi hija! ¡Mi hija! ¡Que no respira! ¡Haz algo, Jordi!
—¡No la toques! ¡Que alguien llame a un médico!
—¿Qué coño ha pasado?
—¿Cómo se ha dado así?
—Con la mesa.
—¿Pero dónde estaba?
—El imbécil de tu novio.
—Yo… No… Yo no…
—Sí, necesitamos una ambulancia. Es un bebé. Se ha caído. No lo sé, no… Bajad un poco la voz, que no oigo nada.
—¿Pero qué has hecho?
—Yo… Yo no quería… No quería cogerla…
—¡Mi hija! ¡Joder! ¡Has matado a mi hija!
—Venid aquí los dos.
—¡No la podemos dejar ahí!
—¡No la toquéis!
—¡No respira, joder!
—¿Qué podemos hacer mientras llegan? Sí, páseme con el médico, por favor.
—Yo… Yo no quería… Me la han puesto en… En los brazos… Y…
—¡Yo lo mato! ¡Lo mato!
—¡Jordi, ahora no!
—¡Jordi! ¡Tu mujer!
—¡Ana!
—¡Ana, por el amor de Dios, baja de ahí!
—Que no, que mi hija se ha muerto.
—¡Ana, por Dios!
—Dicen que no la movamos. Que sólo miremos que esté cómoda.
—¿Cómoda? ¿Qué coño significa eso? ¡No respira! ¿Le has dicho que no respira?
—Joder, no me he enterado. Llamo otra vez, llamo otra vez.
—Yo no puedo, Jordi, yo no puedo…
—¡Ana, baja de ahí!
—Yo… Lo siento… Yo…
—¡Ana!
—¡Ana, no!
—¡Ana!
—¡Ana, por Dios!
—…
—…
—…
—…
—…
—Joder.
—Llama a… Llama… No sé…
—Jordi… No… Jordi.
—Joder.
—…
—…
—…
—…
—Ni siquiera me gustan los niños.

Autor: Jaime Rubio Hancock

Yo soy el mono de tres cabezas

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