Disculpe por haberle hecho esperar

dig-bitch

Los faros de un coche iluminan un claro. Un tipo suelta una pala y trepa para salir de una enorme zanja, sudando, lleno de tierra, con la camisa algo rota. Le sangra una ceja y tiene un ojo amoratado. Otro hombre le espera arriba, fumando, con una pistola en la mano. Cuando el primero termina de salir, jadeando y tosiendo, el de la pistola le pide que se ponga de rodillas.

-No… Por favor, no… No me mates… Te pagaré el doble de lo que te hayan ofrecido… Yo… No… No lo…

Suena un móvil. El tipo que está de rodillas se mete la mano en el bolsillo, saca un teléfono y mira la pantalla, con cara de fastidio.

-Disculpa, tengo que cogerlo. Sí… Sí, soy yo… Sí, eso es; se trata de una factura que me llegó con un importe incorrecto. A ver, ya se lo he explicado a sus compañeros cuatro o cinco veces. Es que siempre me hacen volver con lo mismo, ¿no lo tiene anotado ahí? Mire, en la factura de febrero… Sí, febrero… No, no la llevo encima, me pilla fuera de casa. Sí, espero. Perdona un momento -le dice al tipo armado-. Es que si no, me toca llamarles otro día y me tienen un cuarto de hora esperando con la musiquita. Sí, aquí estoy. Bien, pues si ve la factura de febrero, hay como unos ocho euros bajo el concepto de roaming y como ya les he explicado, es imposible que me cobren eso porque yo llevo más de seis meses sin salir del país. A ver, me da igual, no es problema mío que su sistema diga que sí. No, claro que no puedo demostrarles que no he estado en el extranjero. ¿Qué pretende? ¿Que fiche cada día en el portal? Son ustedes los que… No, a ver un momento… Lo que tienen que hacer es… No… Sí, espero. Perdona, ¿eh? -añade, dirigiéndose al otro tipo, que aún le apunta con la pistola-. En seguida termino. Es que esta gente… Por ocho euros de mierda, el lío que me están armando. Y no es la primera vez. En cuanto se me acabe la permanencia, cambio de compañía. Sí, sí, sigo aquí. Sí. No. No, no, no haga eso. Es la cuarta vez que me dicen lo mismo. No me haga el numerito de abrir otra incidencia porque lo único que va a pasar es que dentro de tres o cuatro días voy a tener que volver a llamarles y voy a tener que repetir otra vez esta conversación con otra persona que volverá a abrir otra incidencia o añadirá una nota en esta incidencia si es que aún no la han cerrado. Que no, oiga, que no. No. Mire, ¿cuánto me cobrarían por irme a otra compañía antes de que termine la permanencia? Mírelo, por favor. Sí, dígamelo. Espero. No es un farol -añade, de nuevo hablando con el tipo que le apunta con la pistola y que le hace signos para que cuelgue-. Ya estoy harto. Si tengo que pagar cien euros, pues los pago. Pero de mí no se ríe nadie. Sí, aquí estoy, sí. Cuarenta y ocho euros. Muy bien. Pues quiero que en las observaciones a esa incidencia que va a volver a abrir ponga bien claro que si este tema no se ha solucionado el jueves que viene, me iré a otra operadora y además avisaré al banco para que no les abonen ninguna otra cantidad. Y pienso poner una reclamación en consumo. Ya sé que usted sólo es un mandado y no tiene culpa de nada, pero no pienso consentir que se vulneren mis derechos. Ya, ya, lo que usted diga, pero me están haciendo perder un tiempo que no tengo por ocho ridículos euros. Adiós, buenas noches. Gracias, adiós, adiós.

Guarda el móvil, mostrando cierta satisfacción.

-No me gustan nada estas cosas. Me dejan muy mal cuerpo. Pero mira, al menos les he dejado las cosas claras. Llevo semanas arrastrando este tema porque juegan a eso. A que te canses, aunque tengas razón. Pues no me da la gana.

El tipo que está de pie tira el cigarrillo al suelo y lo apaga con la suela de sus botas. Le vuelve a apuntar con la pistola.

-Oh, es verdad. Lo había olvidado.

Autor: Jaime Rubio Hancock

Yo soy el mono de tres cabezas

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