Dejar de esconderse es una buena idea

A todos nos debería dar muy igual quién se acuesta con quién, y por tanto es bueno que cada vez sea menos noticia que alguien más o menos popular diga públicamente que es gay. Es más, estoy convencido de que algún día eso será tan relevante como decir “soy zurdo”.

Pero de momento, no es así. Y por eso, el hecho de que la homosexualidad sea cada vez más visible es sin duda positivo. Atul Gawanade escribió el pasado verano en The New Yorker un artículo en el que explicaba qué es lo que ayuda a difundir las buenas ideas y, en gran medida, la respuesta es la visibilidad. La anestesia se difundió mucho más rápido que la antisepsia por la sencilla razón de que los cirujanos no querían oír los gritos de los enfermos. En cambio, los gérmenes ni siquiera se ven.

El ejemplo es muy particular, pero es que Gawanade es médico. Lo que viene a explicar es que las ideas que avanzan más lentamente no son necesariamente peores que las que se extienden muy deprisa: la principal diferencia suele ser que «atacan problemas que son importantes, pero para la mayoría, invisibles».

De hecho y en muchas ocasiones, las campañas más eficaces no son las que cuentan con más dinero o las que usan mensajes más innovadores, sino las que explican en una breve conversación con una enfermera las ventajas, por ejemplo, de lavarse bien las manos o de tomar la presión y la temperatura a las madres que acaban de dar a luz. Es decir, una forma de dar visibilidad a las buenas ideas es hablar sobre ellas.

(Nota: está bien saber que no hace falta sangrar y gritar de dolor para que nos hagan caso).

En una entrevista en The Colbert Report, Gawanade y Stephen Colbert explicaban que esto también está pasando, por ejemplo, con el matrimonio entre personas del mismo sexo. Es muy fácil decir “esto es pecado” o “me parece una aberración” cuando hablas en términos generales sobre cosas que no conoces. Pero si estás hablando de tus amigos Joaquín y Pedro, o de tus vecinos, o de tu prima, la cosa cambia mucho. Es gente a la que aprecias: ¿por qué no van a poder casarse, si les apetece? Y claro que van a cuidar bien a sus hijos, si los tienen. ¡Es mi prima! ¿Qué insinúas?

El hecho de que cada vez más gente pueda hablar con naturalidad acerca de sus relaciones nos hace ver a todos que no se trata de oscuras perversiones ni de conductas pecaminosas, sino, simplemente, de que una persona quiere pasar el resto de sus días con otra. Y todo el mundo debería tener derecho a verse atrapado en un matrimonio sin amor y trabajar cada día hasta más tarde porque NO SOPORTO LA IDEA DE VOLVER A CASA.

Pero me desvío del tema.

En Rusia pasa lo contrario: las leyes de Putin quieren reforzar precisamente la opacidad. Ya no se trata de un amigo, vecino o prima, sino simplemente de “los homosexuales”, un grupo sin nombres propios, sin cara y sin voz. Y es mucho más fácil oponerse a una masa amorfa (aunque sólo sea porque lo que hacen a ti te da “cosa”) que a una persona a la que conoces y “vaya, resulta que no había para tanto”. Por eso no debería extrañarnos que el 88% de los rusos apruebe estas medidas. Porque quieren tapar cosas que de entrada ya resulta difícil ver.

En cambio y por ejemplo, en España la mayoría de la población aprueba el matrimonio entre personas del mismo sexo. En 2004, antes de presentarse el anteproyecto de ley, el CIS publicó que el 66,2% de los ciudadanos estaba a favor de esta norma, porcentaje que en 2011 y entre los adolescentes rozaba el 77%. En Estados Unidos, una encuesta de Gallup de 2014 llevaba el índice de aprobación al 54%. En 1996 sólo era del 27%.

Soy consciente de que sigue habiendo homofobia en España (no hablo ya de Rusia o de Irán) y de que las cifras deberían ser mucho más altas. También sé que para mí es muy fácil hablar, desde la distancia, tumbado en mi sofá y aplaudiendo frente al monitor.

Pero aun así quería comentar que uno de los muchos factores que influye en el hecho de que esas cifras crezcan es que cada vez más gente habla con normalidad de sus relaciones y se coge de la mano con quien quiere por la calle. Lo que a su vez lleva a que cada vez más personas se den cuenta de que sus prejuicios son ridículos y eso de nuevo anime a más gente a coger de la mano por la calle a quien le dé la gana y así sucesivamente.

Por eso es bueno que algunas cosas sigan siendo noticia, incluso aunque no debieran serlo.

Autor: Jaime Rubio Hancock

Yo soy el mono de tres cabezas

5 opiniones en “Dejar de esconderse es una buena idea”

  1. Muy de acuerdo con todo y expresado de una forma tan sencilla que parece sorprendente que alguien pudiera intentar rebatirlo desde un punto de vista homófobo. Esas frases tan políticas de «la *homosexualidad está plenamente aceptada en el s.XXI» son tan incorrectas como contradictorias en la boca de quienes las pronuncian, puesto que sugiere que toleran la situación tal y como está ya sin que vaya a más, ocultando prejuicios mal disimulados con buenas palabras.

    *Donde pone homosexualidad bien podría ponerse otros como la igualdad de la mujer.

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    1. En realidad la igualdad se da y no al mismo tiempo, lo mismo que hay movimientos machistas también los hay hiperhembristas o feminazis. A pesar de las apariencias, hay más o menos un equilibrio de acciones. Y no lo digo en plan esotérico. Por cierto, tienes toda la razón, salvo que siguen habiendo los típicos canis, o poligoneros, que no tienen mejor cosa que hacer que atacar a quienes no siguen sus ideologías. Pero sí, tienes muchísima razón, Hectorrenzo.

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  2. No tiene nada que ver el sentirte incómodo con tu cuerpo con la orientación natural.
    Podréis tener mejores argumentos pero no más razón.

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